Salía a media noche, conducía hacia el bar de siempre. A esa hora en la que los trabajadores dejan la jornada, bien pagada o no. La lluvia débil humedecía el cristal del autocar y hacía chirriar la goma de las ruedas en cada curva y en cada esquina de la ciudad.
Había quedado con Mario, hacía unas horas que nos habíamos visto en Central Park ydecidimos quedar para concretar algunos asuntos de negocios. Decía que tenía algo importante que contarme y viniendo de Mario no me sorprendía en absoluto. Siempre tenía algo importante o interesante que contar una noche de lluvia.
Me encantaba esa forma suya tan peculiar de quedar y siempre lo hacía en lugares sofisticados. No le gustaban los sitios visitados por mucha gente. Solía escoger sitios recatados y solitario, con luz tenue y música directa. Casi había veces que sentía que todo aquello indicaba que quería conquistarme. Si, el y yo habíamos flirteado alguna vez e incluso cuando trabajábamos en los Ángeles parecía que nuestra amistad que tan solo era laboral llegaría a más, pero ninguno daba el primer paso.
Siendo sincera siempre me había gustado Mario, era todo un caballero.
No había día que no vistiera con traje de chaqueta negro. Decía que los trajes de chaqueta no podían ser azul marino porque quitaba la elegancia y la seriedad del mismo traje. Lo que si que cambiaba a menudo era la corbata y los zapatos. También tenía su gran manía, sacar los puños de la camisa por la chaqueta 2cm ni uno más ni uno menos, podías verle a la hora del día que fuera que la medida saliente de su camisa blanca siempre era la misma.
Yo vivía fuera de la ciudad, lo que hacía que tuviera que salir pronto de casa e ir en auto. Además estaba lloviendo lo cual sumaría un total de 30 minutos de tardanza en llegar al sitio citado. Durante el camino iba escuchando la radio, un programa de radio de aquellos en los que la gente escribe poesía y la decida a un familiar, a un amigo o al vecino de arriba que te ayudó un día a realizar la compra. Alguien recitaba un poema cuando sonó el teléfono. Era Mario, decía que no podría asistir, le había surgido una reunión de repente y le era imposible aplazarlo, pero que, aún así, fuera a la cafetería pues el camarero tenía algo para mi. Me ordenó que lo pidiera al nombre de Matha Green, que era allí como yo me llamaba.
En aquel momento maldije una y otra vez mi mala suerte. Y era cuando empezaba a reconocer que realmente amaba a Mario, nunca lo había reconocido pero era verdad, siempre me había parecido encantador y el hombre perfecto que podría completar mi vida. Tonta de mi jamás se lo desvelé, quizá era que no creía que tuviera muchas posibilidades con
él. Fuera como fuese nunca le dije la verdad.
Antes de colgar el teléfono oí un gran estruendo, como una explosión. Luego el teléfono hizo un pitido raro y Matha ya no contestó. Pronto me di cuenta de lo que pasaba y más tarde alguien llamó a mi móvil dándome la fatal noticia. Al parecer Matha, mientras me contaba su gran cita y su gran fracaso había desviado la vista de la carretera. Un camión venía de frente y la reacción ya era tardía. El impacto frontal con el camión fue mortal. Mario nunca se enteró de su muerte, simplemente pensó que ella se había mudado y con su traslado había rechazado la petición de aquella nota.
Tras el entierro me dirigí a la cafetería de la famosa cita, me hice pasar por Martha y conseguí la nota que Mario había dejado para ella.
Hoy estoy frente a su tumba con la nota en las manos, que aún no he desdoblado, y me dispongo a leerla para Martha.
«Siento no poder decirte esto a la cara. Pero sabes como es esto de las reuniones sorpresa, uno tiene un gran plan y de repente te loestropean. También siento haber esperado tanto tiempo, debí decírtelo desde el primer día que te conocí, pero como dicen –Nunca es tarde si la dicha es buena- El caso es que te adoro, desde el día en el que apareciste por la puerta de mi despacho en Los Ángeles supe que era la mujer perfecta y que debías ser mía. Luego te conocí y ya corroboré mi pensamiento, ya no sabía que eras para mi en realidad tenías que ser mía. Pero desgraciadamente nunca me atreví a conquistarte, me ponías
tan nervioso que no me salían las palabras.
Hoy quiero que me aceptes como amante, como novio, como Mario, como la persona que te dará todo lo que tiene sin recibir nada a cambio. Siempre supiste que mi deseo era dar el «Si quiero» pero nunca supiste con quien. Bien ahora ya lo sabes eres tu, aquella chica de la que tanto hablaba contigo, eras tu, aquella a la que dedicaba las canciones y los poemas y mis escritos, eras tu. Tu eras mi musa.
Ahora solo espero tu respuesta, si me aceptas vuelve aquí mañana a la
misma hora y podré decirte todo esto mirándote a los ojos para que
veas que no miento.»
-:::Ahora es cuando pienso lo fácil que es destruir los sueños de las
personas. Requescat In Pace. Martha:::-