En estos últimos dos meses de sobresaltos emocionales, donde todo el mundo me invita a no ser como soy, he llegado a tener ingresadas, a la limón, en distintos hospitales, a mi madre y a mi abuela. La madre que me parió y la abuela que me crió. Después mi abuelita, salió del hospital y regresó a su casa, mientras que mi madre ingresaba en otro hospital para realizarse una operación que, en principio, le iba a ocupar quince días y casi la borra del mapa.
Llegué a pensar, en algún momento, que me quedaría sin las dos. Luego, de manera increíble vi como mi abuela con 98 años comenzaba a mejorar y mi madre con 68, empeoraba. Unos pocos días más tarde, las tornas cambiaron, bruscamente, y mi madre comenzó a mejorar y mi abuela nos ha dicho adiós.
Ella ha muerto, en realidad, por haberse cansado de vivir. Con su muerte he descubierto que, llegado un momento, el cuerpo humano rechaza seguir viviendo, como rechaza, en ocasiones, seguir comiendo, seguir corriendo o seguir siendo uno mismo. Las personas, antes o después, nos encontramos con nuestras limitaciones físicas o mentales y, sobre todo, al final, nos topamos de frente con los principios elementales de la teoría de la relatividad: las energías -las personas somos energía- no se crean ni se destruyen, tan sólo se transforman. Mi abuela se ha transformado, por tanto, en otro tipo de energía.
Curiosamente, siempre que los humanos nos enfrentamos intelectualmente al hecho irreversible de la muerte, en el sentido biológico, traspasamos una débil línea que nos conduce, de lleno, al eterno enfrentamiento científico-religioso.
Ayer el cura, en la misa de réquiem, dijo que mi abuela sigue viva, pese a su muerte física, y que está en el cielo esperando la resurrección. Otras religiones, incluso, hablan de reencarnaciones en otros seres vivos o en otros cuerpos. Dependiendo si te has portado bien o mal, te puedes reencarnar en una ladilla sobaquera o una lombriz, si te has portado regular en un erizo campestre o un murciélago y si has sido buena persona te puedes reencarnar en un atleta olímpico o una modelo de alta costura. De ser esto posible, me gustaría que mi abuela se reencarnara, otra vez, en ella misma. De ese modo, el mundo podría volver a disfrutar de una mujer con la sabiduría, el carácter y la bondad que ella siempre profesó hacía los demás.
Si mi abuela ahora sólo es energía es muy probable que se convierta en una estrella o un planeta nuevo que algún científico loco descubrirá, en los próximos días, mirando a través de su telescopio, mientras le recortan el sueldo o le privatizan el observatorio.
Mi abuela era una enamorada de Pep Guardiola y del Barsa, y curiosamente, cuando hace unas dos semanas mi abuela le dijo a mi tía Carmen -que es una de sus hijas y gran candidata a ser tan gran mujer como lo fue su madre- que lo único que le hacía ilusión para seguir viviendo era el Barsa, es muy de entender el fatídico desenlace que ha tenido todo. Al final, de manera insconciente, mi abuela y Pep Guardiola se han ido de la mano. Ella de una forma y él otro de otra, los dos esperan, en cierto sentido, su resurrección.
Mi abuela no a muerto sola, en realidad, en mi familia, hemos muerto un poco todos. Algo de todos nosotros se ha ido con ella y mucho de ella se ha quedado aquí.
Gracias por todo cuanto nos diste, abuela. Ayer, no atiné a decírtelo cuando me asomé a verte en la urna de cristal, cuando estabas acostadita, descansando en tu caja, rodeada de flores entre las que sólo destacabas tú. Que pena que te hayas marchado ahora que asomaba, por fin, la primavera.
José Fernández Belmonte
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Hola, Jos
Jos
La
Jos
QUE T EPUEDO DECIR AMIGO QUE TIENES TODA LA RAZON CUANDO DICES TU ABUELA NO HA MUERTE PORQUE LAS PERSONAS MUEREN CUANDO LAS HECHAMOS AL OLVIDO Y ESO NO PASARA CON TU ABUELA QUE DIOS TE BENDIGA POR SIEMPRE AMIGO TE ADMIRO Y APRECIO MUCHISIMOOOO
Hola amigo, que pesar que tu abuelita halla partido, pero queda la esperanza de que esta en un mejor lugar, al menos nos queda los recuerdos y ense