Isla desierta. Por Fátima Ricón Silva

 

Talando las astillas de tu piel pierdo el tiempo,

escalando por tus pensamientos me aburro

y salto al abismo de mis propios pesares

olvidando los tuyos.

 

Trozo de corcho sin sensibilidad,

poroso, que te traspasa la fuerza sin dejar huella

quedando vacío y desnudo

ante la experiencia abrumadora que otros recabamos del caminar.

 

Sucio de humedad espiritual que te ablanda las neuronas

restando cordura y conciencia a tus actos,

que te divide la sabiduría en dos:

lo que no sabes y lo que no quieres saber.

 

Explayado y ciego.

¡Pobre hombre descarnado!

Poco comprendido, nada admirado,

te adscribes a la lista de los marcados por la ignorancia,

de los que se creen que lo saben todo o

de los que creen que todo lo que saben es todo lo que hay.

 

Tápate los ojos con una tupida venda,

construye una balsa de recuerdos y

parte hacia una isla desierta de pasión,

en la que serás el soberano idiota reinante.

 

Fátima Ricón Silva

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