Talando las astillas de tu piel pierdo el tiempo,
escalando por tus pensamientos me aburro
y salto al abismo de mis propios pesares
olvidando los tuyos.
Trozo de corcho sin sensibilidad,
poroso, que te traspasa la fuerza sin dejar huella
quedando vacío y desnudo
ante la experiencia abrumadora que otros recabamos del caminar.
Sucio de humedad espiritual que te ablanda las neuronas
restando cordura y conciencia a tus actos,
que te divide la sabiduría en dos:
lo que no sabes y lo que no quieres saber.
Explayado y ciego.
¡Pobre hombre descarnado!
Poco comprendido, nada admirado,
te adscribes a la lista de los marcados por la ignorancia,
de los que se creen que lo saben todo o
de los que creen que todo lo que saben es todo lo que hay.
Tápate los ojos con una tupida venda,
construye una balsa de recuerdos y
parte hacia una isla desierta de pasión,
en la que serás el soberano idiota reinante.
Fátima Ricón Silva