David López, finalista del Premio Planeta 2006. Por Ricardo Pérez Hernández

Eloy M. Cebrián David López
David López ha recibido el XXII Premio Jaén de Novela, resultó por dos veces finalista en el Pozancos de novela y su trabajo se encontraba entre los diez finalistas del Premio Planeta 2006. Ahora presenta en Albacete el X Premio de Novela Valdemembra de Quintanar del Rey.

—Biólogo, analista y letraherido. ¿Cómo se mezclan y dosifican estos ingredientes para encontrar el equilibrio en la vida cotidiana?
—Nunca he creído que la vida deba ser un equilibrio; el equilibrio es estancamiento y como tal no produce nada bueno, salvo mosquitos. Lo bueno de la vida es que haya siempre algo que te haga moverte, un desequilibrio que sea la raíz de los actos. En mi vida cotidiana, logro no volverme demasiado chiflado repartiendo el tiempo de la mejor manera posible y dividiendo mis días en dos facetas: una es laboral y la otra pasional. La una me proporciona estabilidad, la otra el necesario movimiento.

—Hablemos de la literatura. ¿Cómo llegó a tu vida, cuál ha sido vuestra relación?
—Siempre he querido escribir. Eso lo sé desde los catorce o quince años, antes de que tuviera uso de razón. Mi padre me inculcó el hábito de la lectura y desde pequeño he sido más amigo de los libros que de las personas. Quizá porque los libros, por mucho tiempo que pase, siguen siendo los mismos y no tratan de cambiar de ideas ni de ahorcar sus hábitos. Ahora mismo, mi relación con las letras es la que podría tener un amante habitual o el cliente asiduo de un prostíbulo: estoy en esa fase en la que no sabes si te dará más alegrías que tristezas o si al final saldrás de todo el asunto trasquilado y con una enfermedad venérea. Pero, y pese a todo, si no lo intentara no me sentiría bien conmigo mismo.

—En cuanto a tu sistema de trabajo. ¿Cómo afrontas un nuevo proyecto literario? ¿Cuáles son las fases/etapas que atraviesa hasta darlo por concluido?
—Por norma, un proyecto surge de una idea, en muchos casos bastante simple. Un hecho aislado, un comentario, algo que te hace gracia y sobre lo que empiezas (muy a menudo, de un modo incosciente) a armar el andamio de la narración. Cuando ese andamio está bien asegurado y el ánimo acompaña, porque no para todos los proyectos se requiere el mismo ánimo, es cuando empiezo a trabajar, siempre sobre la base de un guión, un ambiente y unos personajes que ya tengo definidos.
Escribir a vuelapluma, como siempre afirmo, es para genios, y no conozco a ningún genio. Después de un breve pulso de escritura, tengo entre manos lo que sería el borrador casi definitivo, sobre el que corrijo hasta lograr algo que me deje no muy insatisfecho; al ser perfeccionista, nunca estoy del todo contento con el resultado, pero la labor de corrección no puede eternizarse o jamás se haría nada. Después de unos tres o cuatro meses trabajando entre cuatro y seis horas al día, suelo dar por acabado el proyecto.

—Tu trayectoria se adorna con reconocimientos prestigiosos. ¿Cómo los valoras ? ¿Cuál es su importancia?
—Los premios literarios han de valorarse en su justa medida. Son el mejor medio para que un escritor novel se de a conocer, pero no significan, ni mucho menos, que hayas saltado al Olimpo. En tanto en cuanto abren la puerta al caliginoso mundo editorial, son más que buenos… pero también es cierto que a un tipo como yo, que tiene un punto de asocial y me vuelvo un tanto irritable con los ajetreos, son una auténtica prueba de fuego.
Por desgracia, en el mundo de la literatura de hoy en día, la obra está ligada de un modo indisociable al autor. Y no sólo al autor, sino a su cara, sus actos y sus declaraciones. Es el mercado tal y como está planteado, y con esas reglas hay que jugar, pero no son las reglas que yo hubiera escogido.

—Afer: quehacer, negocio – dice la RAE – En el caso del título, relacionado con niños. ¿Cuál es el eje de la novela?
—La idea me surgió al escuchar una canción de hace años, «I don’t like mondays»; aparte del punteo de piano inicial y la voz de Geldof, me llamó la atención la historia de una niña que se vuelva loca en un colegio. Aprovechando ese punto de partida, y completando con dos niveles de lectura adicionales (sean, el tema del maltrato escolar y una relación extraña entre dos niños) armé la novela en un momento y la escribí con bastante rapidez. En cuanto a lo que yo destacaría de la novela, quizá el tempo narrativo y los dos personajes principales, el protagonista-en-primera-persona y la niña, M.I., con la que creo que he realizado un buen trabajo.

Ricardo Pérez Hernández
(Publicado en El Día de Albacete 29/04/07)
Foto Montaje: Juanjo Valverde

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