La visita. Por Dorotea Fulde Benke


En un despiste dejé la puerta abierta mientras hablaba en el rellano con los vecinos. Ella, haciendo gala de la soltura de visitas reincidentes, se coló en casa por mi espalda y sin invitación. Ocupada como estaba yo con los preparativos de las fiestas, durante varios días no me di cuenta de su presencia, y ella se las arregló muy bien para pasar desapercibida. Se limitó a aparecer durante un rato por las tardes enroscando en mi nuca su caprichosa cabellera de escalofríos. Volví a sentirla por las noches cuando mi edredón de siempre resultaba insuficiente: parecía poca cosa para las dos. No sabía cómo acomodarme, y mientras el calor se me acumulaba en la frente, los pies se me quedaban helados. Entonces el ronroneo de gato feliz con el que me había desconcertado, se convirtió en los silbos de polluelos recién nacidos. Su abrazo ya me oprimía el pecho de una manera penosamente familiar. La emoción del reencuentro me humedeció los ojos y mi voz se empapó de ronqueras y carraspeos. El día de Reyes por fin no tuve dudas: mi bronquitis había vuelto, adelantándose al carnaval en un convincente disfraz de gripe navideña.  

Dorotea Fulde Benke

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Un comentario

  1. Que te mejores amiga!!! 😉

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