Monedas Falsas. Por María Dolores Almeyda

…Eso es lo que tengo que hacer, ponerme guapa y salir a la calle, la cabeza alta, la mirada altiva, así, sin darle a nadie la satisfacción de verme hundida o sentirme cercenada como el tronco del árbol que ayer estaba erguido.

Tengo que pensar así. No ha pasado nada. Será como volver a empezar, recordar los viejos signos, el lenguaje olvidado de las miradas, la antigua seducción y el coqueteo… Iré al gimnasio y fortaleceré la piel que me cuelga por todos lados, utilizaré de nuevo los viejos zapatos de tacones altos, y si no puedo con ellos me compraré unos nuevos de plataforma. Haré que me olvido de todo para no sentirme abandonada.

¿Por qué para voy a engañarme? Mi situación no es otra. Por más vueltas que quiera darle no hay otra forma de llamar a esto. Me han abandonado, mi marido me ha dejado, estoy sola en casa, en esta casa enorme que se me cae encima, que me aplasta y me ahoga. Pero tengo que superar esta vejez, tengo que hacerle frente al desasosiego, tengo que acompañar como sea esta soledad.

El primer mes lo he pasado en la cama llorando; el siguiente lo he pasado borracha, en la cama y llorando, y a partir del tercero quiero pasarlo libre y enganchada al carro de la vida y las oportunidades.

A ver cómo lo hago… Porque una cosa es salir a la calle con la cabeza bien alta y mirar de frente a los demás, y otra mirarme a mí misma sin contener las lágrimas, y ver cómo se me está corriendo el maquillaje, sin tener arrestos para disfrazarme de mujer feliz, sin conseguir olvidar que ni siquiera me estoy acicalando para verme guapa cuando en lugar de ponerle a la vida una sonrisa, se me cae un pliegue de labios quebrados, que si no fuera por la tristeza, parecería cómico.

Soy una moneda falsa. Estoy haciendo fraude y engañando al fisco que tramita los chantajes a los corazones rotos. Lo peor de todo es que lo sé y me pago en especies y hago devoluciones y reinvierto en créditos que no producen nada…

Si pudiera saldría ahí fuera y le pediría a la vida que me leyera mis derechos.


María Dolores Almeyda
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Un comentario

  1. Pues a pesar de los pesares, M

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