Un padre de película. Por Brisne

«Aunque casi siempre estoy triste, beber vino me pone triste de otra manera. Es como si me entrara una soledad muy honda en las venas»

Elegir una frase de éste libro me ha costado, de verdad, es magnífico, es un poema novelado. Todo dice, todo queda. Antonio Skármeta me ha conquistado en ésta novela, en el que con una prosa admirablemente sencilla y poética refleja el paso del tiempo, la asunción de la adultez y la ausencia. Una ausencia, la del padre, que marca la novela. Jaques busca a su padre que supone marchó a Francia. Un terrible secreto.

Y sobre todo como nos hacemos mayores, Jaques se hace mayor a la entrada de un cine de golpe y porrazo cuando una verdad incómoda le golpea en la cara.

A veces me pregunto cuando yo me hice mayor, si es que me he hecho mayor alguna vez. Hacernos mayores, recibir la adultez con el paso de los años es también asumir que la vida no es del color de rosa que tiñe la niñez y hasta cierto punto a mi me gustaría que la vida fuese rosa, que los problemas no existiesen y que mis padres me siguiesen sacando las castañas del fuego. Pese a que pueden ustedes imaginar que eso no sucede, que ahora soy yo quien ando con las manos abrasadas de sacar mis castañas y las de mis hijos de fuegos pequeños o grandes.

Sin embargo, no crean que no me gustaría meterme en la cama y dormir como duermen mis hijas sin preocupaciones y con los puños apretados.

No dejen de leer a Skármeta si lo que quieren es ver lo que le sucede a Jaques. Qué la literatura nos conmueva esa fibra sensible es algo que no sucede siempre. A mi, señores, me ha conmovido.

Brisne
Blog de la autora.

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