Se le ha escapado al mar su azul de fondo.
Su cuerpo en olas se escabulló y no dejó siquiera estela.
Se le ha escapado al mar su azul de manto.
El agua fría su opacidad como una sombra la disemina.
Y un hombre, allá en la arena, al verle muerto
se dobla y chilla.
Se le ha perdido al mar su azul y no le encuentra.
Desde las alas han ido a buscarle y no hay respuesta.
Allá la luna presta su claro, mas, al acercarse pierde alumbrado.
Se le ha escapado su tono al mar sin encontrarlo.
Se le ha perdido el azul al mar y se ha encallado.
El agua aquieta al recordarlo
y las mareas se ahogan solas, inanimadas,
buscando algo en qué ampararse.
Se ha escapado el azul marino.
Allá, en la orilla, un hombre absorto
le toca… y se postra cubierto en llanto.
Otro hombre viene y le toca el hombro.
Se abrazan ambos y, ya sentados,
al horizonte le ven de frente.
Dos hombres yacen ahí sentados.
Uno sonríe… El otro al verle su mueca cambia
y la torna alegre.
Se abrazan ambos… dos hombres ahí sentados.
El mar les siente y sus brazos mueve en mil torrentes.
La medianoche alumbra el candil del mar.
Y en la brisa, allá, a lo lejos,
una ola azul está sonriendo.
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Salvador Pliego
Blog del Autor
Que hermoso poema, Salvador, se adivina el paisaje y tiene un final inesperado y grato