“Liona es una mujer fuerte, como ya sabes, pero cuando las personas fuertes se quiebran, el golpe también lo es, y los pedazos son más pequeños”
Me gustan los autores israelíes. Casi todos los que he leído. Sus novelas están llenas de futuros y guerras. Supongo que es normal, vivir entre guerras y destrucción. Salir del infierno y vivir es algo que debe marcar. Nacer como Meir Shalev el año de la independencia y vivir una guerra de niño es algo que marca el resto de la vida. Vivir en un estado que ha nacido de una guerra también.
También aquí y es que el chico de las palomas es una historia de amor de una guerra y una después. Dos historias que se unen, la historia del origen, épica, heroica en la guerra de independencia del 48 y la historia del ahora, la reconstrucción de los pedazos de los pedazos de Yair Mendelson, la historia de su origen, la vuelta al principio y el primer amor.
Una historia de grullas, palomas, amor, el dolor que mata la falta de hijos, el deseo de tener un lugar propio, de que tu casa te responda, te hable, te diga hola al despertarte y adiós al salir por la puerta.
Cosas que a mí también me pasan con mi casa, con mis cosas. Creo que cuando tu casa es tu hogar le hablas y te habla. Te mira a los ojos cuando te ve cansado, te hablan sus rumores, sus ruidos, su crujido cansado, tus libros, tus cosas. Es el lugar al que quieres regresar.
En El Chico de las Palomas hay amores que se entremezclan, el de una madre que hace listas de pros y contras, el de un padre que le quiere pese a las dificultades, el de los amigos de la infancia que vuelven a tu lado cuando los necesitan. Son amores y son vidas que se entremezclan y que te hacen ser como eres. Yair podemos ser cualquiera de nosotros. Solo necesitamos una vida rota en pedazos y tener ganas de rehacerla. De tumbarnos bajo la ducha del jardín y encontrar algo que nos haga sentir vivos. De empezar de nuevo, importando poco el punto de partida.
Me ha gustado Meir Shalev, a su lado he deseado caminar por Tel Aviv, comer helado árabe, ver grullas o palomas. He deseado que todavía se envíen palogramas en patas de palomas mensajeras. Ahora que las palomas ya no se estilan, volver a mirar en lo que fue entonces el 48 en Israel es algo estupendo.
¿Gustan? Búsquenlo y disfruten. Puede que un velo de tristeza les llene los ojos, pero la vida también es triste. La esperanza late en todo el libro. Ansíen la libertad que despliegan un par de alas de paloma al viento.
Ha sido todo un descubrimiento. No se lo pierdan.
El Chico de las Palomas, Meir Shalev
Atico de los Libros
Brisne
Colaboradora de Canal Literatura en la sección «Brisne Entre Libros«