No, no pude morir aquella noche,
y aunque buscaba la manera más precisa,
sólo hallé de tus manos el trasiego
de sentirlas enredadas en mi cuello.
No pude… quise morir, pero no pude,
abandonada al arma ingrata de tus labios,
acuchillada por tus besos asesinos,
tan sólo pude desangrarme en mis verdades.
Y nuestros cuerpos se empaparon de delirios,
y los delirios se empaparon de silencios,
con el silencio apuñalaste mi esperanza…
con la esperanza se rompieron los espejos.
Y quise, amortajada de caricias,
hallar en ti la parte mía que no poseo,
y aún sabiendo que moriría si no la hallaba
te di mi muerte… y me ofreciste tu vida.
Blog de la autora
Ana Mª Álvarez Barroso © 2002