Cuántas veces habré escuchado eso de: “¿Te gusta leer?”. Y yo, ignorante de mí, afirmaba sonriente pensando en los fantásticos mundos de ‘Harry Potter‘ o de otros productos literarios como ‘Millenium‘, ‘Crepúsculo‘ y ‘El Señor de los Anillos’, por citar los últimos bestsellers. Pero ahora resulta que esto no es leer. Y aquí se abre el famoso debate de que la lectura es un acto que se reserva exclusivamente para los grandes, ilustres y memorables autores de todos los tiempos, porque donde estén Shakespeare, Gabriel García Márquez, Pablo Neruda y compañía que se quite lo demás.
Siempre he estado de acuerdo con eso de que leer un cartel, una etiqueta o un panfleto no es leer, simplemente es poner en práctica nuestro sentido visual. Pero cuando uno dirige sus ojos hacia un texto de una hoja, de doscientos folios o de setecientas páginas da igual que lo que lea sea realidad o fantasía, porque en ese acto está aprendiendo a leer, a escribir, a pensar y construir frases, a imaginar y a ampliar su vocabulario. Porque nadie empezó leyendo en la escuela con cinco años el Quijote. Llegar a ese tipo de libros requiere primero una trayectoria previa de cuentos y lecturas cualesquiera porque sino nadie sería capaz de leerse el Quijote ni, lo que es peor, entenderlo. Que le digan ahora a todos esos niños que lo que hicieron en su infancia no era leer.
Cosa aparte es la finalidad que se quiera conseguir. Hay libros pedagógicos, instructivos y educativos que intentan formar al ser humano en algún ámbito de la vida. También los hay clásicos, que guardan su moraleja, el excelente estilo de su autor o una inédita temática. Están aquellos textos divulgativos o informativos como los propios periódicos. Y luego quedan los que se escriben para divertir al lector, entretenerlo y hacerle vivir aventuras. Todo eso está hecho para leer, independientemente de su finalidad.
Claro, es lógico que poco a poco las nuevas generaciones lean menos, otro de los grandes debates. No exageraba Enric Sòria en su artículo de ‘El País’, Un món que s’ abandona, cuando afirmaba que: “Los jóvenes no leen. No tienen la costumbre y ni siquiera ven la necesidad”. Da la sensación de que solo lo que cae en manos de los jóvenes por imposición de los profesores es verdadera y buena lectura. No parecen darse cuenta de que los bestsellers, los clásicos como ‘La isla del tesoro’, ‘Los Cinco’ o la innumerable colección del Barco de Vapor son los libros que animan a leer, porque si uno no es capaz de afrontar la lectura de una novela de aventuras, jamás soportará ‘La Celestina’ o ‘El Lazarillo de Tormes’. En su justa medida todo libro acaba enseñando algo nuevo a su lector. Pero no hay que perder tampoco de vista que la lectura no está hecha solo para instruir, también para disfrutar.
Así que yo, digan lo que digan, desde mi pequeño butacón seguiré leyendo de todo, porque a fin de cuentas eso es lo que importa: leer de todo. Por eso, llegados hasta aquí yo me pregunto: ¿Qué narices están haciendo ustedes cuándo posan sus ojos en estas líneas? Y todavía habrá alguien que diga que esto no es leer.
Joseph Mercier
Foto: Moriza
Fuente: Leergratis.com
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Me llamo Roxana Quinteros soy administradora de un sitio web. Tengo que decir que me ha gustado su p
El otro d