Tres minutos, tres míseros minutos le dejaban fuera de la más importante reunión para su futuro laboral. Cuando se cansó de caminar de un lado hacia otro del andén, se sentó en un banco a esperar. Sacó un libro de su maletín y estuvo leyendo hasta que escuchó el aviso de que llegaba su tren, mientras sentía el aroma de perfume de mujer a su lado. Al mirarla comprendió que su día gris se había vuelto soleado. Cerró el libro. Se sentaron en el mismo vagón. Tres minutos, tan solo tres minutos y su vida había cambiado.
Dolores Moya Gómez
Me gusta, es elocuente y adem
Jos
Estupendo micro, al que no le falta nada de lo que debe tener un estupendo micro.
Rafael, no tengo palabras… Ejem, ejem, lo dicho, cuando sea mayor quiero escribir como t