A mis sueños (pensamientos urgentes). Por Mati Morata

No sé por dónde empezar; sí sé por dónde empezó. No era previsible, no, no lo era. Era un amigo prestado, un amigo consorte. ¿Quién podría predecir que el efecto duraría muchísimo más que la causa: mi antiguo amor? Él se fue y los pájaros seguirían cantando melodías de distinto tono, según los tiempos.

Veinte años no son nada. Veinte años son demasiados pronto para morir y demasiados, para olvidar. Veinte años son una vida.

Hoy las cenizas de los recuerdos se pasean por mi gastada memoria: tu voz impostada, tu imagen de tipo duro, tu corazón de tipo tierno; tú, complejo, arisco, entrañable niño-viejo.

En mi equipaje de 20 años, la maleta es pequeña, pero se ensancha cuando, sin querer, pienso en ti y mis ojos te piensan. Y no me engañas, no.

El tiempo lo cura todo, pero yo no quiero que cure mis cicatrices por haberte perdido, amigo. Yo no quiero que seque mis ojos cuando te recuerdo, yo no quiero que borre tu voz de mi cabeza. No quiero, porque, entonces y solo entonces, habrás muerto en mí, amigo.

Es mejor pensar que existes en otro lugar, lleno de lunas llenas que te permitan escribirles que me añoras y que también tú, a veces, me imaginas y me piensas.

Hoy recojo las cenizas de algunos recuerdos que ya no me sirven y los tiro lejos. No pienso cargar con equipajes incómodos, ni siquiera con equipajes feos. Y con la cabeza alta, propia de quien sabe que podrá dormir cada noche, me dispongo a soñar con tu regreso por si un día los sueños, hartos de no-ser, deciden hacerse tú.

Mati Morata
Colaboradora de esta Web en la sección
«Miradas con MatiZ»

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