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¡Soy inocente! Sólo fue un ataque de impulsividad, sólo eso. La situación se me fue de las manos. La insulté, vilipendié y golpeé, sí, pero no fue culpa mía. Si ella hiciera las cosas como hay que hacerlas, a mi manera, no se me hubiesen nublado los sentidos. No soy un maltratador. Le golpeé esa calabaza que tiene por cabeza porque me iba a denunciar. Buscaré la manera de convencerla para que quite esta maldita orden de alejamiento interponiendo un recurso, pidiendo un indulto o lo que sea necesario. Volverá a mi lado. Y entonces, sutilmente, blandiré el acero de mis palabras, desquiciándola, para que ella misma se lance por un puente sin tener que manchar mis manos de sangre. Los locos se suicidan ¿no es cierto? Así estaré libre de culpa… Y como soy bueno, mi hija ya sólo podrá quererme a mí…
Ana Mª Álvarez © 2010
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