Antes de nacer. Por Luis Bermer

Isabel estaba echada en el sofá, viendo un insulso programa de tarde en la televisión. Notaba los movimientos de su hijo en el interior de su abultadísima barriga. Y sonreía, imaginando cómo sería tenerlo acurrucado entre sus brazos dentro de poco tiempo. Miguel entró en el salón, con una carpeta en la mano. Rodeó el sillón para ir a sentarse a su lado y le pasó un brazo protector sobre los hombros.

–¿Te encuentras bien? ¿Quieres que te traiga algo?
–Ya estás tú aquí. Es todo lo que necesito –y le besó.

¡Hola chico! Qué a gusto se está aquí dentro ¿verdad? Aunque algo oscuro, tu madre no es del todo transparente…jeje. He venido a visitarte, a traerte un regalo, ahora que estás a punto de salir ahí fuera, al teatro del mundo…

Isabel le tomó la mano y la apoyó suavemente sobre su barriga. Él entorno los ojos, mientras se le dibujaba una inmensa sonrisa.

…y antes de que vengan a manipularte los del lado luminoso. El juego ya comenzó hace siglos ¿sabes? Y esta vez tu sangre no estará con el bando equivocado. Puedes estar orgulloso, chico, porque no cogemos a cualquiera en nuestras filas…

–Se ha movido…–dijo él, mirándola.
–Es que ha sentido la mano de su cariñoso padre…–susurró ella.

Tus padres han hecho de ti toda una promesa, créeme. Me he dado una vuelta por las ramas de tu árbol genético y…¡wow! ¡qué recuerdos! Tu tatarabuelo por vía paterna, por ejemplo, nos dio grandes alegrías…¡jo! no veas cómo manejaba el hacha…por no hablar de su bisabuela, la señora Tejeda, que ahogó en barro a sus defectuosos retoños de la luz, sin miramientos…qué gran mujer…

–¡Oh! ¿lo has sentido? ¡vaya patada!
–Desde luego, si sigue así me va a causar lesiones internas –rió. Éste va para deportista.
–El orgullo de su padre…

Pero dejémonos de nostalgias: tú superarás a todos ellos, ya lo verás. Permíteme que meta las manos en tu pequeño cerebro…

–¡Ah!
–¿Qué ocurre, cariño?

…Para extraerte un par de cosas que tienes ahí y que no te sirven para nada. A ver…un momento…ya está. Perfecto.

–Uh…creo que nada. Lo he sentido moverse bruscamente, como si hubiese querido darse la vuelta.
–¿Y ahora? ¿sientes algo, algún dolor?
–Nada…nada…ha sido solo un susto. Ya parece tranquilo.

Bueno, chico, parece que ya estás del todo preparado. En cuanto puedas, comienza a cosechar méritos; recuerda que eres nuestro campeón. Yo volveré a visitarte de vez en cuando, a lo largo del tiempo. Nos vemos…

La última enfermera abandonó la habitación, cerrando la puerta tras de sí con suavidad. Isabel estaba recostada en la cama, con el bebé mamando de su pecho, y Miguel sentado en una silla a su lado acariciándole la cabecita pelona. Ambos lo miraban con deleite y podían pasarse horas así, observándolo en completo silencio. Todo había salido bien, y éste era su momento. Profunda dicha y felicidad.

–¡Qué guapo es! –exclamó Isabel, dejándose llevar por la emoción. Y que despierto parece ¿verdad?
–Sí, desde luego…la belleza de la madre y la inteligencia del padre –rió Miguel.
–De todos nuestros nombres favoritos ¿cuál te parece que le queda mejor?

Miguel dejó que su chispeante alegría fuese amainando, y quedó pensativo durante un largo rato, como si en el rostro de su hijo estuviese escrito su nombre con letras invisibles. Al fin habló:

–Jesús. Me encanta este nombre para él.
–Sí, es muy bonito –Confirmó Isabel, meciendo a su primogénito, emocionada.

Se besaron con cariño, felices como nunca antes lo habían sido.

Mientras él los miraba con fijeza.
Sin pestañear.

Luis Bermer.com

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2 comentarios

  1. Bueno el cuento… un poco surrealista.

    Saludos,

    http://todayandbooks.blogspot.com/

  2. me gusta mucho su propuesta literaria, felicitaciones por el buen trabajo y nos estamos leyendo pronto.

    http://sietesirenasvasaquererpecar.blogspot.com/

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