Esas cosas que importan. Por Anita Noire

Hemos aprendido a convivir con la tecnología, la tenemos por todos los lados. Ha dejado de ser un instrumento de trabajo, o incluso de ocio, para integrarse en nuestra vida, un casi modo de vivir. Forma parte de nuestro día a día hasta el punto que extraños a los que nunca hemos visto la cara, ni conocemos, ni conoceremos, se convierten en personajes de nuestra comedia vital. Personas a las que a diario saludas, te interesas por sus cosas, te parece acompañarles en sus efímeras y virtuales alegrías y en las exageradísimas penas que la red tiende a desvirtuar. Una… Leer más

Una de las profesiones más antiguas: el ‘tocapelotas’. Por Mar Solana

He leído pocas definiciones de la contundente (en sonido) palabra tocapelotas. Ácida y cargada de cierta socarronería, no se pasea por el diccionario de la RAE y en papá Google encuentras ciertos sinónimos como: fastidioso, follonero o persona que habitualmente molesta. A lo largo de mi vida me he topado con unos cuantos-as y algunos incluso me ofrecieron su amistad de toga y birrete. Por mi experiencia con ellos, he comprobado que estos individuos no sólo molestan de forma habitual –y no deseo enredaros en ninguna clase de trabalenguas–, son molestos con mayor frecuencia de la que nos gustaría y… Leer más

Había un promontorio… Por María

Llegamos al atardecer. En la radio del coche sonaba un concierto de guitarra y los pájaros se pusieron a cantar como locos desde todos los pinos. Era una cabaña pequeña y prestada, en medio de un monte cercano a la playa. Había llovido mucho esa primavera y el campo estaba lleno de flores, como un inmenso tapiz vivo. Nos reíamos sin parar mientras desplegábamos en nueve metros cuadrados el llamado kit de supervivencia y en tus ojos veía reflejada la felicidad de los tres días que teníamos por delante. Me tumbaba al sol sobre la manta de tréboles húmedos y… Leer más

Narciso despeinado. Por Rubén Castillo

Cuenta la leyenda que Narciso, el hermoso joven griego que enamoraba a todas las mujeres con su simple presencia imborrable, provocó un dolor inmenso a la ninfa Eco, cuando desdeñó con altanería su amor. Y que la diosa Némesis ejecutó sobre él una venganza terrible: hacer que el mancebo se enamorara de su propia imagen reflejada en el agua y que, deseando unirse a ella, se ahogara. Estamos, pues, ante una historia de tintes morales, donde la soberbia de quien se juzga irresistible sufre el severo correctivo de la muerte. El joven poeta Alberto Caride (1982) nos ofrece en estas… Leer más

Isla desierta. Por Fátima Ricón Silva

  Talando las astillas de tu piel pierdo el tiempo, escalando por tus pensamientos me aburro y salto al abismo de mis propios pesares olvidando los tuyos.   Trozo de corcho sin sensibilidad, poroso, que te traspasa la fuerza sin dejar huella quedando vacío y desnudo ante la experiencia abrumadora que otros recabamos del caminar.   Sucio de humedad espiritual que te ablanda las neuronas restando cordura y conciencia a tus actos, que te divide la sabiduría en dos: lo que no sabes y lo que no quieres saber.   Explayado y ciego. ¡Pobre hombre descarnado! Poco comprendido, nada admirado,… Leer más

Tus manos. Por Mari Cruz Agüera

Para saber de mí busco tus manos, la luz y la palabra, la calidez sonora de la tarde, y el tiempo y la tormenta. Busco la piel secreta de tu vientre -que nadie más que yo sabe que tengo- y el dolor del vacío en el costado que me tiene entregada a recordarte. Hay días que me sé desmantelada como un viejo teatro sin actores, -inapacibles días que chirrían oscuros de silencios- y otros tantos de verme espiga lenta, decrecida de ti, muda en el campo. Busco entonces la sed que arde en tu boca, la proscrita quietud que hincha… Leer más

Las palabras no dichas. Por Yolanda Sáenz de Tejada

Para encontrar las palabras exactas, hay que tenerlas.   Llegó jadeante y astillado. En partículas de cólera y de amor; evocando este cuerpo abierto a golpes de besos y de ternura. Pero no me dijo que se desvivía por amarme. Sólo suspiró: qué bien verte de nuevo… Se apretó a mi sangre y reventó mi corazón –tanta mano abierta, tantas uñas plantadas en mis labios; tantas palabras obscenas mortificando mi piel–.  Pero no me dijo que vegetaba sin mi boca. Sólo susurró: terminaré enamorándome de ti.  Me devoró la razón. Rompió mis medias y el encaje de mi voz y… Leer más