AVENTURA EN EL PASADO. Por Francisco Arsis Caerols

Aventura en el pasado

AVENTURA EN EL PASADO
CAPÍTULO I – 5ª PARTE

Lo cierto es que no parecía ser tan mala compañía en el cuarto de los trastos viejos después de todo, me dije. Me hizo gracia comprobar que había colocado el ordenador y la mesa camilla de tal forma que tenía justo enfrente a mi querido viejo armario, con lo que, cada vez que dejaba de golpear con mis dedos el teclado del aparato levantando la vista hacia el monitor, lo siguiente que divisaba más allá de éste era parte de mi imagen reflejada en el espejo del característico armario de luna, y que tras la compra del inmueble había decidido conservar, sobre todo ante las palabras del amable anciano y anterior dueño, Alfredo León.

Las horas siempre transcurrían con gran rapidez para mí cuando se trataba de sentarme frente al ordenador, y encontrándome ya un poco ocioso y dispuesto a abandonar el aburrido trastero, fue también entonces, y sólo entonces, cuando decidí por primera vez echar un minucioso vistazo al interior del armario. Desconocía si en su interior había algún cajón o tal vez sus dos puertas guardaban únicamente espacio para colgar la ropa a través de un perchero colocado en la parte superior, como era lo habitual en este tipo de armarios. Al abrir una de las puertas, la izquierda, comprobé efectivamente que no disponía de cajones en su interior, y a pesar de la oscuridad que reinaba dentro al estar cerrada la puerta derecha, había suficiente visibilidad para verificar que el otro lado también estaba desprovisto de ellos. No obstante, para asegurarme del todo, lo mejor era abrir la puerta derecha y así salir de dudas. Y… sorprendentemente, sin poder dar crédito alguno a lo que estaba viendo, allí, en el fondo del armario… ¡había una doble puerta con pomo incluido!

¿Se debería tal vez a un error en su fabricación y allí se había quedado, dado que al fin y al cabo no era visible exteriormente y para nada afectaba al conjunto del mueble? En cierta manera, eso parecía lo más lógico. Y yo sabía perfectamente, pues lo recordaba de cuando se había trasladado el armario al cuartucho de los objetos desahuciados, que en el revés no había ninguna puerta. Además, una puerta trasera en un armario no podría pasar desapercibida a nadie, eso por descontado. ¿Y qué sentido tendría algo así?

No merecía la pena comprobarlo, pues en aquel momento lo único que importaba era ver qué se escondía detrás de aquella puerta aparentemente falsa. Por unos instantes mi imaginación voló hasta lo indecible pensando en la posibilidad de que tras aquella puerta se escondiesen, por ejemplo, billetes de banco, aunque fueran del año de la polka, o por qué no, alguna posesión celosamente guardada por los anteriores dueños del armario o bien por el señor Alfredo León, su último propietario. De ser así, por supuesto no dudaría ni un segundo en llamar al hombrecillo y hacérselo saber. Indudablemente, no tenía ninguna intención de apropiarme de nada que no fuera mío, pero que pudiera encontrarse allí algo escondido no era más que una suposición o vana ilusión por mi parte, puesto que no tendría lógica que alguien se dejara olvidado algo, de ser importante, en el fondo de un armario. Pero, con gran sorpresa por mi parte, al tocar con mi mano derecha el pomo de la supuesta puerta falsa, inesperadamente comenzó éste a emitir un desmesurado e inhabitual brillo, que hizo que mi mano lo soltase igual que si hubiese estado al rojo vivo, y todos mis dedos ardiesen ante su contacto. ¿Qué significado tenía aquello? Jamás había visto nada igual. Era como si el armario tuviese una puerta falsa interior, pero mágica a la vez, aunque solo fuera por aquel brillo que emitía el pomo inundándolo por dentro, sin necesidad alguna de electricidad. Pero… ¿y detrás de la puerta? ¿Qué habría o podría guardar tras de sí? Aquel juego me gustaba, y casi me sentía como cuando era crío y jugaba junto a mis hermanos a encontrar imposibles escondites secretos en la vieja casa de nuestros padres. Así que decidí hacerlo despacio, con cuidado, abriendo poco a poco la puerta hasta descubrir lo que pudiera hallarse al otro lado. La sangre acudió a mi cerebro de golpe al visionar lo que guardaba aquella increíble y misteriosa puerta falsa.


© Francisco Arsis (2005) del libro «Aventura en el pasado»

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