Báltico. Por Fátima Ricón Silva

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Aspiro el sonido de las voces de tu pueblo,

como el ruido de un violín añejo,

mezclado con la tierra oscura

que se filtra entre las cuerdas

haciéndome llorar.

 

Lento pasear de tus aguas

que se tragan la costa, prieta.

 

Coleccionista travieso de arenas

que recoges en botellas de plástico.

 

Aguas que no son saladas,

ni frías, ni cálidas,

ni verdes, ni turquesas,

que no es mar, es pura calma.

 

Vienes de la mano de un gélido aire,

con un cielo nublado pero alegre

tal como si fuera de encargo,

un regalo para los sentidos.

 

Extraño y tenebroso,

sobrecogedor,

mas inquietantemente sereno,

guardián del deseo

de perderse entre tus ondas misteriosas.

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Fátima Ricón Silva

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