Cómo si todo fuera tan fácil. Como si fuese tan simple acercarse a una de esas oficinas de Western Unión que tienen el cartelito amarillo y negro y saludar a la empleada con “ buenos días, tengo algo por cobrar” y “espere un minuto y llene este formulario”. Y yo con «señorita usted no entiende, lo mío es otro tema” y una vieja que hace cola atrás que me empieza a mirar con cara de este tipo no sabeque hay otra gente en el mundo, y, mientras, la empleada, ya medio harta del trabajo, que cambia el tono para su “no me dijo que tenía que algo por cobrar”
Y ahí es cuando yo me avergüenzo, sí, yo que nunca me sonrojo por nada, me avergüenzo, porque tengo que decirle que la cuestión no son euros ni dólares y, casi a coro, con esa habilidad de humillarte que tiene alguna gente, la empleada y la vieja me dicen “¿y entonces?” Y es cuando me decido y en voz alta como para me escuchen todos (la empleada, la viejita y un tipo de overol que seguramente entró a preguntar si atienden los sábados) le digo “besos, espero besos”. Y como a esta altura el papelón está asegurado, me arriesgo y le digo “besos de una lejana mujer hermosa, y me pone cara como diciendo “no sé de qué habla y yo le digo ” mal hecho, así anda el país con gente que desconoce el valor de un beso de una mujer hermosa”
“¡Por favor apúrese!” me dice un tipo que se agregó a la cola, justito atrás del de overol; tiene un maletín y usa corbata y me da de sospechar porque lleva abrochado el cuello de la camisa y la gente que a esta hora tiene abrochado el cuello de la camisa es porque no se enoja nunca y ya se sabe que la gente que no se enoja nunca… Ahora llega el gerente y se ponen a hablar con empleada: “qué pasa”, “que este hombre viene a cobrar algo”, “y bueno, páguele”, “pero no es tan fácil” “ y qué problema hay”, “que quiere cobrar besos”, “¿besos?”, “sí, besos de una lejana mujer hermosa”. El tipo se me queda mirando y se decide a buscar en la computadora para confirmar que los besos existen y están a mi nombre, que me esperan perfumaditos, salados por tanto mar recorrido. La llama a la empleada aparte, ella parece negarse una y otra vez pero después accede, con cara de “si no fuera porque tengo que cuidar el trabajo” accede. Yo cierro los ojos y acepto lo que ella, con los labios juntos y de mala gana, me da. Finjo que estoy conforme y me retiro mientras escucho el “por fin se fue este tipo” que la vieja larga sin ninguna diplomacia.
La tarde cae y camino por Avenida de Mayo. Entro a un bar y pido un trago de cualquier cosa, va a anochecer, miro la luna recién parida ablandarse en los vidrios y me toco la boca y pienso en los besos, en los besos de una lejana mujer hermosa, esos que en Western Unión jamás me pagan como es debido.
Besos de una lejana mujer hermosa. Por Por Marcelo Galliano
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Hola, Marcelo:
Suelo pasear por aquí de vez en cuando, porque es un rinconcito entrañable este de Canal Literatura y leo los post y algunos me parecen joyas, como el tuyo, con estos besos que vuelan buscando a su dueño que, a la vez, los busca y espera. Precioso.
Además, ha sido una sorpresa para mí el que hayas elegido una de mis fotografías para acompañar tu escrito. Ésta de la palmera, la luna y la flor. La tomé hace tiempo, con mi cámara de andar por casa (me gusta mucho la fotografía). Qué ilusión me ha hecho, de verdad, el ver mi foto ahí; ni te lo imaginas. Es por eso que quería darte las gracias por elegirla. Me parece un honor, sobre todo, por el texto al que acompaña.
¡Enhorabuena!
Un abrazo
Mercedes.