Nació de la costumbre
y se dejó llevar, casi dormida, sobre el instinto de los años jóvenes.
Era el jardín donde arrojar futuros y cultivar recuerdos.
Dos décadas pasaron, y la muerte,
asesina de todos los que siguen con vida,
inyectó la tragedia por sus venas
hasta dejar en coma al pensamiento.
Se despertó con la primera risa,
después de que la ausencia le pusiera en la boca su pistola de olvido,
resucitó con el bostezo triste de los que duermen para sonreír,
de los que se sujetan a la vida
con las uñas postizas de la resignación.
Tuvo el dolor la angustia de los años bisiestos
y escondió sus heridas
bajo el tiempo inconsciente de las conversaciones.
Y fue feliz el gesto…
igual que la manzana en la boca de Eva.
Pero a veces la risa es el niño que escapa del amigo invisible,
el soñador que muestra, escondido en sus miedos,
la transparencia de la realidad.
Ella resiste junto a las cervezas,
en la contemplación de los años filiales
o en la abstracción fugaz del último poema.
Ella resiste poderosa y única
y se deja llevar, casi despierta, sobre el instinto de los años.
Como el humo que aleja los pecados del fuego
sobrevuela el incendio de los nombres.
Si la felicidad pudiera hablarnos,
respetuosamente, guardaría silencio.
Luis Oroz
Con estas escasas l