«¡Porque yo fui con el otro, me fui! Tú también te hubieras ido. Yo era una mujer quemada, llena de llagas por dentro y por fuera, y tu hijo era un poquito de agua de la que yo esperaba hijos, tierra, salud; pero el otro era un río oscuro, lleno de ramas, que acercaba a mí el rumor de sus juncos y su cantar entre dientes. Y yo corría con tu hijo que era como un niñito de agua, frío, y el otro me mandaba cientos de pájaros que me impedían el andar y que me dejaban escarcha sobre mis heridas de pobre mujer marchita, de muchacha acariciada por el fuego. Yo no quería ¡oyélo bien!; yo no quería, ¡oyélo bien!, yo no quería. ¡Tu hijo era mi fin y yo lo he engañado, pero el brazo del otro me arrastró como un golpe de mar, como la cabeza de un mulo y me hubiera arrastrado siempre, aunque hubiera sido vieja y todos los hijos de tu hijo me hubiesen agarrado de los cabellos!»
Cuando uno lee «Bodas de Sangre» el rumor de la historia le llega de fondo, ha visto seguramente la obra, en forma de teatro o de película. Creo que yo vi una de Saura. Conoce la historia, una boda de la que huye la novia en manos de otro y el novio sale a vengarse, pero al final ambos caen muertos. Sólo se salva la Novia.
Es algo que anuncia la obra desde el principio de todos modos. Pero hay cosas que te chocan cuando la lees, aunque imagino que muchos de ustedes la habrán leído, es cómo combina Federico García Lorca prosa y poesía en la obra. Y la aparición de la Luna y la Mendiga como metáforas de muerte en el acto tercero. Me ha parecido un diálogo sublime el que mantienen ambas.
Y al terminar de leer, no he podido dejar de pensar en cómo hemos cambiado. Ahora ya no hay crímenes de esos que lavan honras, ahora cuando a uno lo plantan en el altar se queda llorando en casa unos días y rehace su vida. Esa necesidad, esa tragedia ha sido desterrada de la sociedad, creo. Claro que ahora también hay otras tragedias y demasiadas mujeres acaban muriendo a manos de sus maridos o amantes o lo que sean. Deberíamos evolucionar también en eso como sociedad y aprender a llorar en casa, entre cuatro paredes, como la Madre de la obra , las penas de amor.
De todos modos, pese a lo conocido de la historia, a mi me sigue enamorando Lorca. Tengo pendiente su teatro y creo que lo iré leyendo poco a poco. Leánlo. Lorca es magnífico escritor en todas sus vertientes, como poeta o como dramaturgo. De vez en cuando hay que volver a principios del siglo pasado y disfrutar del lirismo del teatro lorquiano.
Brisne
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