Casa de muñecas. Por Cecilia Prado

(Relato Ganador del Concurso “Vivir para contarlo”)

En los días soleados, los muebles de roble de mi abuela resplandecían de una luz otoñal, y toda la casa se impregnaba de una fragancia que olía a fruta y a madera fresca. Ella solía decirme: «No toques esto, querida; no toques esto», y es que no le gustaba que husmearan en sus muebles, en los que guardaba celosamente, y con llave, todos sus secretos.
Al morir, mamá los vendió todos y se compró un costoso y finísimo tapado de piel. En vano saltaron mis lágrimas rabiosas o mis continuados y múltiples lamentos: al entrar en la casa, el comedor me recibió solo y vacío, únicamente la luz que entraba del balcón como un bostezo mágico de sueño era la misma, y me recordaba un poco la presencia de Abuela.
La habitación se llenó muy pronto de otra gente, unos niños se arañaron y rieron justo en el mismo sitio donde antes reñíamos nosotros. Y era natural y esperanzador descubrir que habíamos crecido.

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Texto:Cecilia Prado
Imagen: CASA DE MUÑECAS. Óleo sobre lienzo.Cecilia Prado (2005)

(www.tallerliterario.net)

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