ZOOFABULA. Por Mauro Gonzalez Quarti
La langosta creyó caer entre amuletos ciegos. Allí el destierro fue fortuito para su placer, que aun enloquecía entre la margaza de la lluvia. La maleza déspota, lo dejaba entre altivo y distante cual crimen del vuelos secos y rasantes. Las antenas abrían su lánguido pensar. Su evolución cultivaba anchas praderas en el interior, de un caparazón forjado a lo largo de sus saltos. Valga la pena el vibrar de entre insectos que concurren a su encuentro: La mosca incesante zumba para no callar. La hormiga distraída, acarrea una hoja que resguarda su paso incisivo, sobre el fango seco y… Leer más