Soledad intelectual. Por mujerabasedebien
Atardecía. Los últimos rayos de sol terminaban de licuar una ciudad derretida de calor, aunque el aire acondicionado del hotel nos mantenía a salvo. Yo nunca había entendido bien por qué mi camino se había cruzado con el del científico, no sabía cuál era mi misión ni si tal cosa existía. Pero su gran talento me hacía pensar que nuestras vidas se habían encontrado para algo más que aquellos paréntesis, en los que repasábamos las deliciosas diferencias entre un hombre y una mujer. Leer más