Cuando todo el mundo lo daba por muerto y enterrado, yo estoy en condiciones para demostrar que Ernesto Guevara, más conocido como Che Guevara, sigue vivito y coleando. Todo lo que sucedió en La Higuera, una pequeña población de Bolivia, allá por el año 67, fue un montaje urdido, posiblemente, entre la CIA y el KGB.
Aturdido con un cóctel de psicotrópicos, esposado y metido en un saco de dormir que olía a pies, en el vientre de un viejo Antónov, voló rumbo a Ucrania donde le esperaban para curarle el catálogo de heridas que traía por toda su admirada anatomía.
Después, sufrió las consecuencias de un experimento secreto que consistía en someterlo a descargas de corriente galvánica al mismo tiempo que le hacían ingerir grandes cantidades de caviar y vodka de garrafón.
Para aliviarle la ansiedad que le provocaba no tener un kalashnikov en las manos, el terapeuta decidió ponerle, en su lugar, una guitarra flamenca que había traído a Ucrania un chico español republicano antes de morir congelado una noche que salió del barracón a hacer de vientre sin percatarse de que fuera hacía 29º bajo cero. Como estaba estreñido, murió congelado dando apretones.
Tras las descargas y las terapias contrarrevolucionarias, por las que los corruptos dirigentes comunistas ucranianos recibieron un maletín de piel relleno de billetes de cien dólares y unos negativos con los mejores desnudos de Marilyn Monroe, el Che, de manera autodidacta, se convirtió en un virtuoso de la guitarra española y obtuvo gran reconocimiento dando grandes recitales en plena calle bajo la estatua de Lenin. Los boleros y las rumbas le daban, al menos, para comer todos los días una salchicha a la Kiev o una patata rellena, hasta que se casó con la viuda de un general del Ejército Rojo tras darse cuenta de que no era normal que, día tras día, le depositara en su boina negra, con la típica estrella de cinco puntas, un billete de 5.000 rublos.
La viuda, como no estaba para tirar cohetes, pronto fue víctima de tumultuosas infidelidades por parte del apuesto rebelde argentino, que siempre andaba rodeado de una corte de rubias que nunca aprendían a tocar la guitarra, pero se licenciaban, perfectamente, en el arte de tocar la zambomba.
La esposa, alertada por un viejo cosaco experto en ligarse a señoras con recursos, sorprendió al Che con las manos en la masa dando un Concierto de Aranjuez en pleno Allegro gentile, con dos hermanas gemelas cuyas trenzas de oro bajaban desde la cama hasta el suelo, y cuyos senos, tersos y erguidos, desafiaban la fuerza de la gravedad, confrontando, de ese modo, a las teorías de Einstein y Newton.
Luego, todo le fue a peor. Acabó dando clases particulares de guitarra española a razón de 1.000 rublos la hora y, a veces, hasta por menos. Lo mejor para él fue que las corrientes galvánicas, o el caviar y el vodka de garrafón, le quitaron la desazón por liberar de tiranos las tierras del mundo, sirviendo en bandeja a Fidel Castro el gobierno cubano hasta nuestros días.
La CIA y el KGB firmaron su alianza junto a Castro para quitarse de en medio al Che. De no haber surgido esta entente otro gallo cantaría.
Don Ernesto, a pesar de su edad, sigue dando clases en Kiev. Dicen que no lo hace mal, pero que no entiende nada de política.
José Fernández Belmonte
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COMO SIEMPRE SIN PALABRAS, QUE BUENAS REDACCIONES TAN ILUSTRATIVAS DE LA HISTORIA, QUE LASTIMA QUE TODOS VEANEL PODER COMO «JODITIVO» PARA TERCEROS, QUE NO VEN QUE EL MUNDO ES DE TODOS??
Hay quien ha visto al Che en la plaza de las Flores, en la orilla del Segura, all