Concesiones al demonio. Por Brisne

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“Paso las noches leyendo hasta el alba, deslumbrado por los misterios del lenguaje y los caminos que se abren ante mí, excitado por tanta letra impresa y tan poco tiempo»

Cuando uno termina Concesiones al Demonio del oscense Óscar Sipán se pregunta varias cosas; si es una novela, si es una colección de relatos y quién narra. No tengo respuestas, para mí es un híbrido entre relato y novela. Un tercer género que tiene la intensidad del relato pero que bien puede leerse como una novela. Aunque no sea una lectura al uso, aunque haya que leerla de modo activo colocando a cada personaje dentro de la ecoesfera de esa vida que tan bien nos narra. Siete protagonistas dentro una novela. Siete vidas perdidas que interactúan en un edificio, en una ciudad.
Me ha vuelto a prender su prosa ágil, sus frases deslumbrantes. He cogido papel y lápiz y he ido haciendo el mapa de la ecoesfera, metiendo a cada uno en su burbuja para ver el todo al final, en el último recodo, en los epílogos de las historias, cuando cada uno nos confiesa la salida de los demonios interiores, esos que todos tenemos, y que nos asaltan desde sus palabras. Nos encontramos en la desazón de los escritores que no escriben, en las palabras de Marta Walser, en la desesperanza de Laura, en el cinismo del joyero, en la rabia del jubilado, en la paciencia de la mujer del ciclista. En cada uno de ellos.
Porque leer y escribir nos salva, nos condena, nos lleva a vivir. Y queremos vivir cada una de las vidas que nos va narrando Óscar, sin dejarnos parar un minuto, perdernos en las disquisiciones de dos escritores mounstros porque no escriben, uno que tiene historias y no sabe cómo plasmarlas y otro que ha dejado de tener historias. Dos caras de la misma moneda. Los dos personajes que más me han gustado, que he sentido dentro. Uno al principio de su carrera y otro en su final.
Pensar en la libre que escapa. Leer y releer para aprehender las frases, para horadarlas en lápiz azul, levemente, que casi no se note pero que se quede marcado, haciendo mío lo suyo, reflejando lo que siento. Marcando el libro para luego guardarlo junto a otros. Leer y disfrutar. Porque en cierto modo por encima de las calificaciones, de saber si lo que lees es una cosa u otra, lo importante es disfrutar. Y yo lo he sorbido como un helado en una tarde de verano. Colmando mi sed. Agradeciendo el frescor de sus palabras en mis ojos. Concediendo a mis demonios su disfrute, en cada frase, en cada letra. Dándoles de comer referencias literarias y vitales. Porque mis demonios se calman en la lectura obsesiva a veces, pausada otras. Se calman devorando buenos libros. Y éste lo es. Es un buen libro. Es un libro que hay que leer en la noche y en el día. Con la oscuridad acurrucado en una manta, con la luz deslumbrando los ojos. Hay que leerlo aunque no lo entiendas, porque a veces, las menos, uno tiene la suerte de toparse con una ecoesfera y disfrutarla.

Brisne
Colaboradora de Canal Literatura en la sección «Brisne Entre Libros«

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