Todo se desmoronaba, solo me quedaba una opción… Después de muchos meses intentándolo, lo conseguí, tenía una cita con él, con el más grande. Entró apresurado a la sala y tras un fortísimo apretón de manos se sentó frente a mí, con un ruidoso catarro. En cuanto empecé a hablar se inclinó hacia delante de manera desafiante y estornudó, saliendo de su boca un repugnante moscardón que fue directo a la mía, enmudeciéndome. Mientras el repelente insecto se desvanecía bajo mi mirada atónita, las luces de la estancia comenzaron a parpadear. Su sonrisa amable se volvió macabra. Sus ojos derramaban fuego y sus afiladas uñas golpeaban la mesa sin cesar, consiguiendo un repiqueteo escalofriante. Sus garras dejaron caer sobre la mesa el contrato del préstamo de manera fulminante, sentencia de condena a tener mi única vida hipotecada.
Dolores Moya Gómez
Yo tambi
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Muchas gracias, Jos
Efectivamente Dolores, puede tener m
Muchas gracias, Ambrose,