Cuando se para el Tiempo. Por Santiago Tracón


Se precipita la luna, con su resplandor anaranjado, sobre los tejados… Se precipita, pero está fija, inmóvil sobre un cielo azul, y todo es silencio, todo irradia presencia, un estar ahí del mundo, totalmente real. Los tejados son de pirraza, y esto que veo es una aldea perdida entre montañas. Aquí he estado en otro tiempo. Aquí he vivido. Las calles, estrechas, muestran piedras descarnadas que han ido desgastando las ruedas de los carros, formando surcos. La lenta rueda del tiempo ha dejado huellas de su paso invisible. Una larga calle, retorcida, recorre la aldea, subiendo hacia la ladera de los castaños. Con lluvia y nieve, he pisado el barro entre las rocas horadadas, las losas de los patios, las ramas de las urces y las retamas. Aquí viví en otro tiempo. ¿Qué queda de mí aquí? Respiré este aire puro, el aroma del tomillo, el olor seminal de los castaños, la hierba recién segada. Un rebaño de cabras pasaba cada atardecer junto a mi puerta. ¿Qué se quedó de mí entre estas piedras, entre el humo de las chimeneas, el musgo de los tejados, la niebla de las mañanas de primavera? Como girones de lana entre las zarzas. Trozos de mí. Por los rincones donde hemos pasado, acurrucados en el silencio, muriendo suavemente, desvaneciéndose a un ritmo muy lento, como el desmoronarse de la roca. Hay una geografía personal, un mundo construido con los lugares en los que hemos vivido. Recorreremos ese territorio por última vez, al final. Los lugares que vimos, allí donde la presencia del mundo se hizo real. Allí donde quisimos quedarnos. Allí donde todo de pronto se paró, permaneció recogido, respirando, sumergiéndose en la eternidad. Antes de entrar en el último sueño, despertamos para ver todos esos lugares sagrados. El último viaje. La despedida. Recogeremos los fragmentos, los momentos en los que descubrimos la presencia de lo invisible, en los que vimos lo invisible, y amasaremos con esas experiencias nuestro verdadero ser. Estamos hechos de la sustancia del espacio, allí donde el tiempo se para. Con los fragmentos sagrados de nuestra vida se construye el espacio de otros mundos, allá donde acaso vayamos a parar, después de olvidarlo todo.

Santiago Tracón
(Foto: Daniel Montero)
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