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La ventana nunca cierra bien. El caso es que ella tampoco quiere atascarla. El aire (ese que la demencia si sopla fuerte) limpia sus voces.
las voces de él. De quién si no…
Y, después de un año de ausencia cabalgando sus venas como una droga que la va matando lentamente, decide escribirle un poema.
Este que os dejo, sin más dilación que la mía, que me siento en la cornisa (de su ventana) a leerlo…
–
Soy una niña(porque digo la verdad).
Desde que te has
ido,
el tiempo
me tira de la
falda y me
revuelve el pelo
desgarrándome los rizos
(y la garganta).
El tiempo,
desde que no me
abrazo a ti
mientras duermes,
me quita el
sueño
(y la humedad).
Y el tiempo,
desde que no
me visto
para que tú
me desnudes
(dejándome sólo
las medias),
me abofetea
la cara descalza
de carmín.
Ese tiempo,
que me mata y
me deja los
dedos morados
de tanto apretarlos,
ese tiempo
(de agonía),
no existiría
si tú estuvieras
a mi lado
(aunque yo te diga
llorando
que no vuelvas;
abrázame de nuevo,
por favor).
Yolanda Sáenz de Tejada
Colaboradora de esta Web en la sección
«Tacones de Azucar»
Blog de la autora