Solo hay que trasladarse un poco más allá, donde se acaba el asfalto, recibir la lluvia, cambiar el aire por la tempestad, pisar los charcos, aspirar el vaho que se levanta de la tierra húmeda, sentir el verde intenso, el negro borrascoso y el fragor de la tormenta que allá es tan diferente, para recibir el impacto de un desprendimiento de rutina espectacular. Hay que probarlo. Hay que estar allí para sentirlo. Hay que ser hija de la tierra para disfrutarlo.
María Dolores Almeyda
Simplemente, me encanta 🙂
Comparto este texto desde lo m
Es muy alentadora la perspectiva, no solo de compartir estas peque