Durmiendo la siesta en compañía de dalias y hadas. Por Fátima Ricón Silva

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Una tumba sembrada con bellas dalias lilas y blancas

que irradiaban luz,

iluminando a todos los individuos que visitaban a sus vivos ya muertos.

 

Personas pensativas, llorosas y abatidas,

paseaban al lado de la florida tumba,

cautivadas por aquella refulgencia.

 

Indagaban quién o quienes moraban en aquel

lóbrego y húmedo nicho

para averiguar el origen del fulgor resplandeciente que emanaba.

 

No había lápida con nombres.

Tan sólo

tres cruces doradas de tamaño decreciente

y una fecha grabada en la más grande,

10/10/2010.

 

Las cruces no recibían visitas sinceras,

únicamente curiosos que eran embrujados por la embriagante luminosidad,

extraños hipnotizados por la paz y serenidad que percibían.

 

Nadie regaba aquél jardín siniestro,

ninguna esencia viva abonaba aquél vergel de claridad.

No existía un ser que tuviera el valor de llorar a aquellas existencias marchitas.

 

Él, ella y su hija eran los moradores de tan sórdido terruño.

Su amor muerto fertilizaba el manto que les cubría creando vida.

La familia que se esfumó en una carretera.

 

Descansen en paz.

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Fátima Ricón Silva

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