El asesino hipocondríaco. Por Brisne

Eso es imposible, señor Blanstein, yo soy un hombre de moral kantiana. Inmanuel Kant decía que se obrase sólo de forma que se pudiera desear que todo el mundo actuase de ese mismo modo. Y a mí no me guastaría pagarle a un asesino profesional para que matase a alguien, y que se fuera con mi dinero a otra parte.

 

Me creo una mujer relativamente sana. Pero fue comenzar a leer El asesino hipocondríaco de Juan Jacinto Muñoz Rengel y empezar a sentir picazón por todo el cuerpo y lagrimear mis ojos. De inmediato fui a medirme la presión arterial. Pero carezco de ese tipo de instrumental en casa. Así que me conformé con la medición de mis latidos, 65 pulsaciones por minuto. Tampoco sé si eso es normal o no, pero me pareció que estaba bien y seguí leyendo. Y creo que la risa me ha subido la presión arterial y las pulsaciones. Pero nada malo, al contrario, si se deciden a seguir a M.Y. estoy segura que acabarán también con la sonrisa en la boca y la carcajada en el estómago.

Imaginen la novela un pobre asesino profesional con atacado por miles de enfermedades, un espasmo profesional que le impide estrangular a su víctima, pequeños microsueños que le fallan en el momento en que pretende echar involuntariamente un veneno en la copa de la víctima. Un tipo peculiar. Acosado por la muerte y vivir matando. Introducirse en la mente del asesino profesional ya me parece algo original, pero encima hablar de las dolencias que lo acosan comparándolas con las enfermedades de literatos como Voltaire, Byron o Tolstói me parece sublime. Y al leerlo he comprendido que Juan Jacinto Muñoz Rengel además de un tipo original es un autor estupendo. Te lleva de la mano, te coloca en situaciones hilarantes y su asesino al final te parece un señor estupendo, de esos que no te importaría fuesen los encargados de matarte a tí. Por mucho que sea un tipo de moral kantiana te gustaría que fuese el encargado de asesinarte, si llega el caso.

Busquen el libro. Agarren las letras y déjenlas correr entre sus ojos. Sonrían. Y después agradezcan al autor las buenas horas que nos hace pasar.

 

Brisne
Colaboradora de Canal Literatura en la sección “Brisne Entre Libros
Blog de la autora

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