El camino a medio hacer. Por María Nieves Sánchez del Río.

Me comí rascacielos de orgullo, intenté alcanzar la amnesia pasajera, dejé de cuidar de mí misma, luché contra las lenguas inconscientes, hice oídos sordos a los rumores, caminé por sendas oscuras, cambié de hábitos, pacté un acuerdo con Morfeo para que no te dejara visitarme en sueños, le pedí consuelo a Mayo porque Abril me vaciló, abandoné mis obligaciones, me cambió la mirada y sonreía por costumbre, dejé de comer y en definitiva, dejé de ser yo. Al fin y al cabo, mi «yo» se potenciaba a tu lado, era el motor de mi persona.
Hice todo eso por ti. Eso y más.
Pero entonces, volviste. Y luego no tuve más remedio que beberme mi sensatez y dejar a un lado lo que me pedía mi cabeza. Ignoré los comentarios de mis amigos y fui a buscarte, aparté mis libros, mis escritos y mis reglas morales. Vacié la maleta de piedras, abandoné otros labios que me prometían no sólo la Luna, sino la Vía Lactea, intenté alejarte y simplemente, no pude. Ni pude ni quise, porque yo te quiero a ti.
Dejé abierto el camino de mi recuperación, sin cerrarlo, pues ahora sé, que en cualquier momento puedo volver a él. Eso sí, no empezarlo, sino continuarlo, porque como dice una buena amiga…»Ya tenías medio camino hecho, no debe ser muy complejo a partir de ahora».

María Nieves Sánchez del Río

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