El chico más triste. Por María

Era el chico más triste del mundo.
No era la suya una tristeza cualquiera, era esencial, profunda, firme.
La tenía clavada a una memoria intemporal en el ADN que transportaba…
Vivía solo en medio del barullo
Corría por los acantilados entre el miedo y la esperanza
Estudiaba asuntos de alta capacitación que no le interesaban nada
Leía las «Noches blancas» y lloraba
Rezaba a Nietzsche todas las noches
Copiaba poemas de Cernuda y los lanzaba desde el balcón en forma de aviones
Admiraba el vuelo libre de las gaviotas
Lanzaba piedras al mar
Envidiaba a los amantes que se besaban en la parada del autobús
Observaba el paso del amor que nunca se paraba ante su puerta
Atesoraba como suyos los besos ajenos
Cruzaba tembloroso por delante de su imagen
Pensaba que la luna nunca salía para él
Aullaba incrédulo de felicidad si lo tocaba su luz
Justificaba la risa
El destino lo alcanzaba cada día
Construía castillos bajo la arena
Sólo soñaba despierto
Nunca encontraba su ropa
Miraba a hurtadillas el futuro
Depositaba su pasado cada tarde en la orilla de la playa
Deambulaba como las nubes erráticas
Dejaba marchitarse en el cuaderno las flores que pintaba con lápices de colores
Borraba todas sus huellas
Quería sentir, no pensar
Naufragaba a cada instante
Despreciaba el formalismo
Confundía la vida con la bruma
Mezclaba lágrimas y sonrisas y se quedaba con todas
Me amó como un poeta enloquecido.
Lo amé como se ama un imposible.

María
Blog de la autora

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