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La luna blanca observaba
a una rosa florecida,
que por las noches lloraba,
llena de pena y prendida.
En el rosal, una rosa,
y lejos de ella, un clavel;
si aquella era muy hermosa,
más elegante era él.
Embriagado y decidido
dijo el clavel a la rosa;
-¿por qué? si no hay un motivo,
has de estar tan recelosa.
Sabes, que soy un cautivo
como tú, de esta prisión
y porque soñé contigo,
hoy te daré la razón,
por lo mucho que has sufrido.
Desde ese jardín florido,
dijo la rosa al clavel;
-tú, que fuiste el elegido
de este rincón del vergel,
por soñar así conmigo,
hoy te daré el corazón,
ahora que ya he comprendido,
que la dicha y la ilusión,
no atiende penas, ni olvido.
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Juan A Galisteo Luque
Del poemario Romances en la penumbra
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