Fénix es mi niño mimado. El parto más largo y doloroso, el que redime y aclara la esperanza.
Fénix es la unión más allá de la muerte, el silencio que se comparte y sacia hambre y sed. Es pedir sin palabras un fin que puede abrir un nuevo comienzo o iluminar un día de lluvia con nubes en el alma.
Mi poemario, Fénix, lleva el nombre propio de quienes hicieron la historia en mí. Poco puedo decir de una obra que nace de mí para vosotros. No sé si es bueno, si es malo o si puede llegar a ser soporífero. Son versos especiales para mí. Versos que llevan el sabor de los abrazos de las personas que más quiero, y de las que no.
Esta obra no habría visto la luz sin el cariño y el apoyo que me han prestado «esos seres mágicos» que me ayudan a creer que puedo seguir haciendo lo que me proponga. Mi agradecimiento a mi madre y mi padre, por delante. Están, están…
A mi hermano, sin duda. Ese trozo de mí que habita otro cuerpo y me dice cada día que los ángeles caminan entre nosotros.
A mi amor, que está siempre, sobre todo y para todo. Por ese latido conjunto de esperanza y futuro.
A mi familia y amigos. Que se ríen, lloran y me enseñan que en el juego todos partimos con las mismas fichas. Sé que el día que me quede sin ellas, ellos tendrán una para mí.
A Antonio Montero, mi maestro del verbo. Un ser excepcional que confió en mí cuando todo estaba en ruinas.
A Víctor Alija, mi editor. Cuando le mandé la obra no dudó en apoyar mi iniciativa.
A Polilla y Taka. Componiendo «Fénix» eran la mejor compañía silenciosa y traviesa.
A la Vida. Que me permite contar todo cuanto callé.
Gracias.
Romero Reyes, Verónica
V. Fénix. CVA Ediciones. Granada. 2011.
(A la venta en Librerías Babel y Nueva Gala y a través de la tienda online de El Corte Inglés).
Enhorabuena Victoria, aqu