LA DEVASTADORA SOLEDAD DEL COSMONAUTA. Por Guillermo García Valera

Adiós, Camaradas

Si en Robinson Crusoe, de Daniel Defoe, el punto de partida de la narración era el naufragio de su protagonista en una isla deshabitada y las aventuras en ella sobrevenidas, Adiós, camaradas, de Antonio Carballo, es la recapitulación testimonial y desencantada de cómo el cosmonauta soviético Alexei Konstantinovich se convirtió en un náufrago abandonado e inmolado por su patria. Esta crónica de los sueños que Alexei prolongó a lo largo de su vida, finalmente arrasados, viaja a la deriva espacial dentro del vientre de una botella. Como en las historias clásicas de náufragos, aparece aquí el recurso literario de la botella como vehículo portador de un último mensaje, de un testamento vital que quizá nadie encuentre, pero que no por eso puede dejar de escribirse. En Adiós, camaradas, esa botella, que antes estuvo llena de vodka, es todavía más difícil que llegue a un destinatario. Sin embargo, Antonio Carballo, el autor de la novela, consigue entregarnos a sus lectores el relato ingenuo y cariacontecido de este soldado de su imaginación, con una ironía suministrada a pinceladas, y con imágenes poéticas de inspirada sabiduría (por ejemplo, la metáfora de la URSS como «un espantapájaros temeroso de sí mismo»). Además, esa botella mensajera expresa la doble circunstancia de la que participa este libro, que a la vez pertenece a la narrativa tradicional contadora de historias, pero también a la narrativa moderna, atenta a la forma y buscadora de nuevas vías para la escritura.
La novela abarca desde el nacimiento de Alexei en un pueblo sin nombre, hasta su fin como «un pirata extraviado en el espacio». Entretanto, pasará por Kiev para su adiestramiento militar como aviador, será traicionado y remitido a un silo nuclear, y cambios políticos en su país lo devolverán al ejercicio en una Ciudad Cerrada donde la disciplina y la entrega a la patria casi sustituirán el recuerdo del amor, que no desaparece por entero y convive con la muerte (hay todo un capítulo magistral recorrido por Eros y Thanatos). La renuncia a esos sentimientos personales es un paso previo exigido por los superiores tutelares de Alexei, que lo retarán sin cesar para poner a prueba la entereza de su adhesión a la causa soviética, y que, superadas las más rigurosas, arteras y sombrías comprobaciones, será erigido en hombre-divinidad y puesto en órbita. Dentro de una estación espacial, el ya cosmonauta y único tripulante iniciará «el más difícil viaje que un ser humano pudiera emprender: el de la soledad y el encuentro consigo mismo». (Robinson, Gulliver, el cautivo de Cervantes y tantos otros nos vienen a la mente como compañeros de semejante experiencia que Alexei.) Y, como ocurre con tantos otros dioses, su innecesario sacrificio sin sentido quedará en la ciega versión oficial como acontecimiento redentor hacia el pueblo, no como otro crimen más de la estulticia, el escaqueo y la dejadez de sus autoridades políticas y militares, entregadas al sálvese quien pueda con el advenimiento de la Perestroika y el posterior intento de golpe de Estado de 1991.
A lo largo de sus páginas, sucesos de diversa índole mantienen desorientado al lector, que duda qué cosas serán ficticias, cuáles tendrán origen en la realidad, y cuántas serán fruto de la coexistencia fronteriza de ambas orillas de la literatura: seguramente, la mayoría de las cosas que aquí parecen invenciones alucinadas están documentadas, y en verdad tuvieron cabida en el régimen de la URSS, y al contrario con las cosas que dan la impresión de ser más creíbles o más aceptables. Su lectura es amena, y conocer desde el principio el desenlace trágico que aguarda al protagonista no resta ni un ápice de la fuerza de una prosa que atrapa y un argumento que intriga y transmite inteligencia. La voz cuidada de Antonio Carballo es un motivo más, que se suma a los acontecimientos de la novela, para extraviarse unos días en este libro. No sólo eso. El lector de esta primera novela puede tener la certera sensación de encontrarse ante la sólida promesa de un escritor prolífico que con esta publicación empieza a adentrarse en el camino editorial y en el conocimiento del público.

© Guillermo García Valera.

Sobre el libro «Adiós, camaradas»

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Un comentario

  1. Muy buena cr

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