«Me afligió pensar cuán breve había sido el sueño de la inteligencia humana. Habíase suicidado. Se había puesto con firmeza en busca de la comodidad y el bienestar de una sociedad equilibrada con seguridad y estabilidad, como lema; había realizado sus esperanzas, para llegar a esto al final. Alguna vez, la vida y la prosperidad debieron alcanzar una casi absoluta seguridad. Al rico le habían garantizado su riqueza y su bienestar, al trabajador su vida y su trabajo. Sin duda en aquel mundo perfecto no había existido ningún problema de desempleo, ninguna cuestión social dejada sin resolver. Y esto había sido seguido de una gran calma.»
La máquina del tiempo de H.G. Wells es una novela decimonónica que suena a utopía, a sueños, a viajes en el tiempo. Es una de las novelas que inauguro la ciencia ficción y mezcla en su interior aventuras y sobre todo doctrina social y política. Y ha sido esa doctrina social lo que más me ha sorprendido. No había leído nada de Wells (mea culpa) y cuando uno se enfrenta a una obra conocida, de las que forman parte del imaginario común, sabe hasta cómo será la máquina pero desde luego no espera encontrarse con una idea política en su interior ni con una advertencia sobre la lucha de clases. Eso ni siquiera lo imaginaba.
Y por eso, pese a lo conocido, me he encontrado con una obra desconocida y he pensado en los futuros posibles, incluso en que es posible que Wells sea un viajero del tiempo que nos narre una sociedad equilibrada, perfecta en la que los descendientes de los obreros, malhados, se coman a los inocentes jefezuelos que pastan al sol, disfrutando del calor y de la fruta que madura en los árboles. ¿Es un futuro posible? Quién lo sabe. Ninguno creeríamos hace cuatro años que ahora nos encontramos en una situación desesperada como estamos. Ninguno somos capaces de ver más allá de cuatro días vista. Parecemos meteorólogos con respecto al futuro, no vemos más allá de nuestras propias narices. Por eso me ha gustado tanto, la imaginación de ver un final humano, de mirar desde un papel un futuro inimaginable. Y esa novela, le dio la fama y el dinero necesario para vivir y que luego pudiese dedicarse a escribir La guerra de los mundos o La isla del Dr. Moreau. Y esa novela nos sigue asombrando. Es posible que la clave sea mirar en el año 802.701, un año que nosotros no veremos. Es lo mejor de la novela. Porque uno siente desespero al leer obras sobre el año 2000 que ni siquiera se han cumplido en una mínima parte, y porque el dibujo de los Eloi y los Morlock es posible. Ninguno hoy podríamos negar que el año 802.701 esos seres pueden existir. Es la clave de la ciencia ficción. Incluso en un mundo descreído como el nuestro. Y eso en una novela publicada por primera vez en 1895 hace más de cien años.
Acérquense a Wells, no creo que les decepcione. Incluso en un tiempo como este, oscuro, necesitamos soñar con futuros posibles o no, piensen que harían con una máquina viajera del tiempo entre las manos, piensen si ustedes serían capaces de viajar al 802.000 o a dos años vista, piensen que harían si pudiesen recorrer el tiempo a su antojo y disfruten. Puede que no tenga una prosa honda y sesuda pero a veces, en el calor del hogar es necesario simplemente leer una aventura, engancharte a ella y disfrutar, y eso con Wells se consigue. Como curiosidad en la encuesta Locus de 1997 fue incluido como uno de los mejores autores de ciencia ficción de todos los tiempos. Léanlo y descubran por qué.
Maite Diloy (Brisne)
Colaboradora de Canal Literatura en la sección “Brisne Entre Libros“
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