Mujer, perdón te pido, jamás llegué a quererte,
no… no supe lograrlo… mas deberás saber
que en mis manos tuviste lo que pude ofrecerte,
flores casi marchitas que hoy van a fenecer.
No sé cómo explicarte… es la lluvia esperada
que uno aguarda pegando la boca en el cristal
y al estallar el cielo con ronca llamarada
las gotas no acarician tu punto cardinal.
Y entenderás, hermosa, que al igual que esas gotas
que caen siempre a su antojo, jugando porque sí,
es el amor que llega con sus preciosas notas
esas que no sonaron para ti y para mí.
Es cierto, muchas veces yo procuré a tu lado
la caricia piadosa y el beso de mujer,
pero como una llama que en el viento se ha ahogado
mi cuerpo en ti anillado no terminó de arder.
Y ese incipiente fuego, que nunca fue una hoguera,
con su discreta flama nos intentó anidar,
pero no todo invierno llega a ser primavera
y no todos los ríos desembocan al mar.
Te mentí… reconozco… te mentí con el alma,
no fui capaz, entonces, tu ilusión destruir,
que Dios me quite el sueño, la esperanza y la calma
mas volvería a mentirte por no hacerte sufrir.
Fingí por no quebrarte, con sangre, con esmero,
con cien versos vacíos, hasta el colmo fingí,
y tal fue la comedia que hasta inventé un “te quiero”,
y hasta empecé a creerlo… por tonto, porque sí.
Y hoy llega esta tormenta, esta daga maldita,
este arañón profundo que en surcos va a doler,
esta verdad innegable que aunque jamás fue escrita
tuvo un fin y un comienzo que no quisimos ver.
Sobre unas fotos sepias hoy estarás llorando,
preguntando entre labios cómo me olvidarás,
y aunque jamás te quise…. me quedaré pensando
que a ti no te amé nunca… pero a nadie amé más.
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Marcelo Galliano
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