Mi comisión es una úlcera, varios huesos rotos y sentirme deshabitada. Durante años el mismo menú: de primero, silencio; de segundo, paciencia; de postre, falsa felicidad. Por eso la vida rechinaba tanto entre mis dientes. Necesité habitarme otra vez, esa fue la clave para hacer lo que hice. Cuando el juez dijo “Se levanta la sesión”, miré a mi hijo, sentado en la quinta fila. Dibujó un “te quiero” en el aire y sopló. Cogí esa burbuja de amor entre las manos y me froté la cara para olerla y pegarla en todos mis poros. Vino de Australia para testificar. Huyó lejos mientras yo ardía en mi hoguera. A partir de hoy nuevas caras, nuevas rutinas, tener pensamientos… dejar mis sentimientos sueltos. A Carlos no lo veré nunca más. Sí, definitivamente este pleito lo he ganado yo.
Rosa María Molina López
Relato seleccionado Certamen Microrrelatos de Abogados marzo 2011.
Fuente: El desván de la Memoria