Mi primera huelga. Por Nidosiano

Cuando era un chaval, trabajé para un empresario comunista. (A mí no me miréis).
Pagaba mal y algunos de nosotros nunca tuvimos contrato. Pero eso no impedía que alardeara de coches y mujeres guapas delante de todos los empleados. Sin embargo no podían odiarle, porque le envidiaban. Sabían que, en el fondo, de haber estado en su lugar, ellos habrían hecho lo mismo: pagar poco a la gente y gastarse el beneficio en putas. O señoras de postín, que era lo que él frecuentaba, y que salían todavía más caras que las trabajadoras del amor: cenas, regalos, viajes… Aunque, si he de hacer honor a la verdad, he de decir que el tío era un seductor nato. Supongo que esa capacidad de seducción fue lo que le había aupado en la vida, muy por encima de los ideales que tenía cuando empezó defendiendo la igualdad entre los hombres. Cuando yo le conocí, sus medios de comunicación seguían defendiéndola, pero él ya no creía en ella: se sabía superior a todos los que le rodeaban.

Yo era el último mono de la empresa, pero me daba cuenta de que había cierta incongruencia en que el patrón fuera más de izquierdas que los viejos sindicalistas. Los primeros días parecía el jefe perfecto: tomaba el café con nosotros, nos hablaba de tú… Pero luego resultaba ser un jefe como los demás, con el inconveniente de que apoyándose en el colegueo que mantenía con nosotros, no tenía reparo en llamar subnormal a un empleado delante de todos los demás.

– Mira, llevo trabajando treinta años –me decía el encargado del almacén- y milito en el partido comunista desde antes de que lo legalizaran. Pero, si me dan a elegir, prefiero que el patrón sea de derechas. Esos al menos cuando te insultan te llaman de usted.

Un día, no recuerdo por qué razón, había convocada una huelga en el sector. Pero él había convencido a todos de que debían aprovechar para no coger el teléfono y poder trabajar sin la constante interrupción de las llamadas (estaban tan sobrecargados de trabajo que tenían que atender mil cosas a la vez). Y, cuando a la hora del café mis compañeros comenzaron a hablar de lo bien que se trabajaba sin el ruido del teléfono, me sentí como el niño que ve al emperador desnudo.

– Pero ¿es que no os dais cuenta? No sólo no hacéis huelga, sino que además trabajáis el doble que cualquier día y encima todos los que nos llaman pensarán que habéis hecho huelga -dije sin poder callarme- Pero él no viene a trabajar, no, se dejará ver por Madrid y la prensa dirá que él ha sido el primer en hacer huelga. La jugada le ha salido redonda.

– Este chico llegará lejos –silbó admirado el encargado del almacén-. Ahora mismo voy a empezar a coger el teléfono. Y vosotros –dijo mirando a todos los demás-, ya estáis contestando a todas las llamadas. A mí a comunista no me gana nadie.

Trabajé para aquel hombre un par de años y no volví a tener jefe.
Nunca he hecho huelga.
No contéis conmigo el 29.

Nidosiano
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