“En la parte más alta de la ciudad, sobre una columnita, se alzaba la estatua del Príncipe Feliz.
Estaba toda revestida de madreselva de oro fino. Tenía, a guisa de ojos, dos centelleantes zafiros y un gran rubí rojo ardía en el puño de su espada.”
Siguiendo el hilo iniciado el lunes pasado con el título de “Mis lecturas favoritas”, hoy quería traer a mi blog el cuento más hermoso del mundo: “El príncipe feliz” de Óscar Wilde.
“La Golondrina miró hacia arriba y vio… ¡Ah, lo que vio!
Los ojos del Príncipe Feliz estaban arrasados de lágrimas, que corrían sobre sus mejillas de oro.
Su faz era tan bella a la luz de la luna, que la Golondrinita sintióse llena de piedad.
-¿Quién sois? -dijo.
-Soy el Príncipe Feliz.
-Entonces, ¿por qué lloriqueáis de ese modo? -preguntó la Golondrina-. Me habéis empapado casi.
-Cuando estaba yo vivo y tenía un corazón de hombre -repitió la estatua-, no sabía lo que eran las lágrimas porque vivía en el Palacio de la Despreocupación, en el que no se permite la entrada al dolor. Durante el día jugaba con mis compañeros en el jardín y por la noche bailaba en el gran salón. Alrededor del jardín se alzaba una muralla altísima, pero nunca me preocupó lo que había detrás de ella, pues todo cuanto me rodeaba era hermosísimo. Mis cortesanos me llamaban el Príncipe Feliz y, realmente, era yo feliz, si es que el placer es la felicidad. Así viví y así morí y ahora que estoy muerto me han elevado tanto, que puedo ver todas las fealdades y todas las miserias de mi ciudad, y aunque mi corazón sea de plomo, no me queda más recurso que llorar.”
Cuando era niña no había para mí mejor regalo que un cuento. Los guardaba como oro en paño. Eran unos cuentitos de tapas de cartón y grandes ilustraciones, que releía hasta gastarlos. Pero el que más recuerdo, el que me sabía de memoria y aún así leía y releía, era “El príncipe feliz”.
Si cierro los ojos aún puedo ver la estatua del Príncipe, al principio reluciente de joyas y oro, poco a poco perdiendo todo su brillo y esplendor entre el pico de la golondrina, que noche a noche, con toda la paciencia y el amor del mundo, iba repartiendo el último tesoro del Príncipe entre sus pobres súbditos.
Para los que conocen más al Óscar Wilde ingenioso y sarcástico de “El retrato de Dorian Gray” o “La importancia de llamarse Ernesto”, os recomiendo encarecidamente la lectura de sus cuentos completos. Sin duda conoceréis “El fantasma de Canterville”, pero hay otros muchos llenos de ternura, de reflexión, de amor y de sacrificios.
De todos ellos, la historia de mi Príncipe y su enamorada golondrina, que da por él hasta su último aliento, sigue siendo la más hermosa.
“-Tráeme las dos cosas más preciosas de la ciudad -dijo Dios a uno de sus ángeles.
Y el ángel se llevó el corazón de plomo y el pájaro muerto.
-Has elegido bien -dijo Dios-. En mi jardín del Paraíso este pajarillo cantará eternamente, y en mi ciudad de oro el Príncipe Feliz repetirá mis alabanzas.”
Tenéis el cuento completo para su lectura online aquí:
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/wilde/principe.htm
Teresa Carmeselle
Blog de la autora