Ni el pan de un ejército de hormigas,
ni el aire de montañas apartadas,
ni la risa inocente de las rosas.
Nada me ayuda a liberarme
de esta sombra de cactus tan ancha como el mundo
y su estudiado instinto devorador de sueños.
Mas no se rinde
mi sol de infancia.
Aunque me pese el barro, aún
espero a ese crepúsculo de estío
para que me abra
sus alas nuevas.
Siempre viajo en futuras nubes
sobre los grises de hoy.
©Jesús Aparicio González
Del libro: LAS CUARTILLAS DE UN NÁUFRAGO