Palabras bajo el mar. Por Cris Flantains

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Fernando Trías de Bes.

Quiero datos antes de meterme a leer nada de alguien que escribe en el País Semanal y que le publica Alfaguara, porque huele a otro Manuel Rivas, a negociete, a maniobra económica, a “ ven para acá que te voy a quemar hasta que no queden de ti ni las cenizas”. Encima, para ponerlo peor, los antecedentes literarios del interfecto son regularcillos, a mi entender claro, esto es todo siempre, a mi entender. Además el tipo, Fernando, en cuestiones de marketing parece ser que es un monstruo, un privilegiado, eso me da tambien, mala espina. Añadimos que es del 67, cierro los ojos y hago memoria de los que he leído de esa generación, bueno… ¿y por qué este iba a ser distinto? Sería sorprendente, sí, sería una bonita sorpresa. El libro me lo acaban de prestar y le hecho una ojeada, 188 pag con letra gordota, eso no esta mal, de momento es lo único que tiene a su favor, la perdida serian un par de tardes en cualquier caso. ¿Qué son dos tardes de invierno nieblado en la inmensidad de una vida?

Y qué dicen los críticos; esas mordaces plumas a sueldo, esos falsificadores del arte, esos emponzoñadores de la verdad que convierten las mentiras en saquitos con piezas de oro, tan aficionados a los dogmas de fe, tan soberbios. Pues no se ponen de acuerdo; unos dicen que le falta tiempo de cocción, otros que tiene la frescura de la primera novela, otros que era mejor que se hubiese seguido dedicando a los libros de autoayuda, otros que hay esperanza en la novela española contemporánea. Esto se pone interesante. Vale, me habéis convencido, voy a leerlo. Cruzo los dedos y abro el librillo: por favor, por favor, qué no sea otro impresentable.

Y no lo es.

Es un libro virtuoso, es literatura, da lo justo a cambio de lo indispensable. Pone sobre el tapete una historia bien aderezada, con connotaciones realistas bien interpretadas. Un poco de anatomía social por aquí, un poco de autocrítica por allá, la satisfacción de encontrarte con el clásico lugar común pero con una reinterpretación que yo creo que si se puede considerar artística, es donde mejor se ve el buen hacer. Se escapa a los trucos estilísticos clásicos y facilotes, buen enfoque, la luz justa sin miedo a que se vean las curvas o los recovecos, casi sin pudor. Un ángulo poético por aquí, un poco de trasgresión en la norma por allá. Olvida el rigor: utiliza adjetivos con soltura, sin miedo, con lo mal visto que eso está, y utiliza palabras que, aunque son bonitas dice las malas lenguas que, son arrogantes, es valiente. Tiene cierta estética poética, y eso a mi me gusta, en la forma y en el fondo, en la evocación de algunas imágenes y en el como las trae literariamente.

Lo que más me ha gustado es la voz del narrador, es un niño. Lo que menos, el sentido trágico de la vida, tan real, tan crudo… pero esto no me ha gustado no porque esté mal llevado, o traído, no me ha gustado porque a mi lo que me gustaría es que la vida fuera de otra manera.

Si cae en sus manos, léanlo.

© Cris Flantains

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Un comentario

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