Palabras, comentarios que dejan secuelas… Por Antonio Capel Riera

Debido a su mal carácter, un exitoso empresario se estaba quedando sin amigos, incluso, familia allegada. El psicólogo no pudo resolverle el problema, tampoco el psiquiatra a pesar de atiborrarlo con pastillas. Quien sí lo hizo fue el tabernero de un pueblo. Y todo sucedió por casualidad.
Resulta que Jorge, ingeniero de profesión y empresario de éxito, pero muy temido por su mal talante, se trasladó a las inmediaciones de un pueblo con toda su maquinaria para construir una Planta de Depuración de Aguas Residuales. Allí se concentraron hombres, máquinas, camiones y casetas para comenzar con la obra de gran envergadura.
Al medio día, los trabajadores hacían una alto para almorzar en la única taberna del pueblo. No era lujosa pero sí digna. El vino y los pucheros eran caseros y exquisitos. Pero lo que más llamaba la atención de la taberna, era la pinta y el nombre del tabernero: Pepe “El Fiera”. Los visitantes al verlo se sentían intimidados. No sabían cómo pedirle las cosas temiendo que, con la pinta de bestia, les lanzase una andanada de exabruptos. Tenía toda la traza para hacerlo. Cuando sujetaba el pan con sus descomunales brazos y lo cortaba con el gran cuchillo, a los comensales se les ponían los pelos de punta. En fin, era un personaje que ninguno querría enfurecerlo para tenerlo como enemigo. Sin embargo, al poco tiempo, los empleados de la constructora, hablaban maravillas del tosco tabernero. Era un pedazo de pan a pesar de lo bruto que era. Paradójicamente, los empleados a quien evitaban, era al jefe.
Un buen día, el ingeniero se acercó a tomar un café. No le pasó desapercibida la ruda figura del tabernero ni el nombre del mismo.
-¡Un cortado y de prisa! – dijo el constructor, con malas pulgas.
El tabernero lo miró con sus ojillos casi enterrados en unas cejas que parecían dos bosques.
-Eso qué es -requirió con voz ronca.
El ingeniero lo miró de malos modos.
-¡Café con un poco de leche! -dijo ácidamente.
El tabernero cogió una hoja de papel en blanco, y la pinchó en la pared con un alfiler. El ingeniero se sorprendió por la actitud del tabernero. A continuación le sirvió:
-Aquí tiene el cortado.
Al día siguiente, el ingeniero volvió a la taberna.
-¡Un cortado!
El tabernero, con parsimonia, cogió otro alfiler y pinchó en la hoja que estaba en la pared.
«Éste es imbécil», pensó el ingeniero. Se tomó el café y se marchó sin despedirse, tal como lo hizo el día anterior.
Cuando el tabernero llevaba 20 alfileres clavados en la hoja de papel, el ingeniero no pudo más, y endemoniadamente le preguntó:
-¡¿Por qué cada que le pido un café pincha un alfiler?!-preguntó a gritos.
-Clavo un alfiler cada vez que me pide un café sin educación y sin paciencia.
Durante las siguientes semanas el ingeniero trató de controlarse, y observó que el tabernero ya no clavaba alfileres, pero, además, el café se lo pagaba alguno de sus empleados.
Finalmente llegó un día en el que el rudo tabernero, ya no pinchaba ningún alfiler. Entonces, el ingeniero, le hizo una observación:
-Veo que ya no clava alfileres -dijo amablemente.
El tabernero, con sus cejas superpobladas y ojillos de mono, miró fijamente al constructor y le dijo:
-Es el momento de quitar un alfiler por cada día que me pida el café con educación y sin perder la paciencia.
Los días pasaron y la hoja se quedó sin alfileres.
El día que el tabernero quitó el último alfiler, le dijo al ingeniero: «todos los cafés que me ha pedido lo ha hecho con educación y sin aspavientos, pero mire todos los agujeros que han quedado en el papel».
El ingeniero miró el papel lleno de orificios, notando que en él no se podía escribir ni un párrafo sin que alguna letra cayera en algún agujero.
Ya nunca será como antes, imposible utilizarlo. Cuando se dice alguna palabra ofensiva a alguien se deja un agujero en el alma. No importa las veces que pidas perdón, el agujero permanecerá. Hay heridas provocadas con palabras que hacen tanto daño como un navajazo.
Pepe -”EL Fiera”-, el pobre tabernero del pueblo, vivía solo, su familia le abandonó. Pagó caro su error, dejó muchos heridos en su camino.
Si el error es corregido al ser reconocido, el camino del error es el camino de la felicidad.

Copyright © Antonio Capel Riera

Blog del autor
 

Marcar el enlace permanente.

2 comentarios

  1. Palabras,que son palabras
    si en un momento se escapan.
    Que tienen que al susurarlas
    te hieren dentro del alma.

  2. Me ha encantado el texto. Gracias por compartirlo con todos nosotros.

No se admiten más comentarios