A veces, las palabras, son totalmente opuestas a los hechos.
Yo sabía que él,
cuando recorría
su lomo y
ataba con besos
sus lunares,
pensaba en mí…
Yo sabía que él,
cuando se
moría de sed
y paraba a beber
-en su monte de Venus-
como Vulcano
fiel,
pensaba en mí…
Y sabía
-también-
que cuando le
acariciaba el pelo
con los dedos,
derramando sus gritos
y sus huesos,
me llamaba a mí.
Yo sabía que
su amor era mío,
incluso después
de abandonarme.
Pero nunca supe
(cruel decisión)
porque no
fue a ella
a la que dejó.
Yolanda Sáenz de Tejada
Colaboradora de esta Web en la sección
«Tacones de Azucar»
Blog de la autora