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Cae la lluvia, como bálsamo del cielo,
a las frentes tortuosas de las almas,
limpia de enojos, de celo y de amargura,
insidiosos pensamientos de la infamia.
Por el aire, las palomas van volando
al unísono batido de sus alas,
cien paraguas caminan el asfalto,
y parecen con la prisa, sombras vagas.
Los chiquillos traviesos, cruzan, juegan,
por los anchos soportales de la plaza,
y en el quicio de una puerta, en una esquina,
está un ciego murmurando su desgracia.
Ya es muy tarde, del reloj ronco se escucha,
por el aire, las siete campanadas,
y del cielo, con llanto y con sonido,
caen más fuerte cada vez, las gotas de agua.
Unas cuerdas de violín cruzan el Metro,
perfilando entre sus notas la nostalgia,
dos monedas, un sombrero desmembrado,
un saludo y un adiós, después, ya nada.
Cae la tarde, por los viejos soportales,
me saludan los comercios con sus galas,
se ha adentrado en mi pecho una tristeza
y no encuentro solución para calmarla.
Los cafés, dejan mezclado en el ambiente,
ese aroma que distingue su elegancia,
cae la lluvia, anunciando en los cristales,
un oscuro pensamiento que reclama.
Veo tu imagen, un instinto me persigue,
has llegado, como el sol a mi esperanza.
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Juan A Galisteo Luque
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