Cuando tenía 14 años, una mañana de marzo mi madre entró en mi cuarto para despertarme como todos los días, y al intentar ponerme en pie no podía moverme, mi madre empezó a impacientarse e incluso enfadarse diciendo que no tenía ninguna gracia y se estaba cansando de ese juego, pero cuando vió que yo lloraba y no podía hablar porque el terror me inundaba, ella también empezó a temblar. Vino un médico y a ese se sumaron muchos más y un peregrinar de pruebas y consultas médicas, pero aquella inmovilidad me duró dos años. Tres meses y vente días, sé su número exacto porque los conté todos, y uno a uno.
Al principio venían a hacerme compañía o a curiosear esa extraña enfermedad, pero luego se cansaron y me olvidaron, los días eran largos, largos y más en esa edad que se tiene tanta prisa.
Recuerdo aquella época soñando y sobre todo –soñando despierta- en mi mente se organizaban historias tremendas, princesas flotando, hombres con cuerpos de animales, aves maravillosas con plumas de armiño. Cuando lo contaba a mi madre y a mis hermanas, era siempre la misma frase –Que tonterías- pero si me paro a pensar, no sé si lo imaginaba, lo soñaba o lo veía, lo cierto es que eran unos lugares maravillosos y extraordinarios que a mí me hacían despegarme de esa odiosa cama.
Cuando vi las obras de Remedios Varo, enseguida me vino un recuerdo muy escondido en mi cabeza (que tenía guardado y cerrado, por ser tonterías) esas imágenes eran muy parecidas a las que yo vi en mis sueños . A mi padre el único que me escuchaba con atención y todo el cariño del mundo, le decía –CUANTO ME GUSTARIA PINTAR TODO LO QUE TE ESTOY DICIENDO-. El siempre me decía – UN DIA PODRÁS MOVER LAS MANOS Y LAS PINTARÁS- yo le sonreía y callaba, porque interiormente pensaba – No lo haré nunca, y si pudiera seguro que se reirían de mí-.
Para mí, conocer a ésta mujer a supuesto mucho, ver como ella si se atrevió a pintar sus sueños y no pasó nada, al contrario, hoy podemos admirar todos sus obras, y poder realizar lo que yo de pequeña “soñaba”, pájaros, flores y mariposas, envueltas en seda para poderlas guardar en mi alma, y sobre todo poder decirle a mi padre: – PAPÁ TENIAS RAZÓN, MUEVO LAS MANOS, HE PODIDO PINTAR MIS SUEÑOS Y ¡NADIE SE HA REIDO DE MI! –
Coscobil Fernández
YA SABES QUE YO NO ME RIO DE TUS TONTERIAS. SIEMPRE LAS HE ADMIRADO MUCHISIMO Y ESPERO QUE SIGAS CON ELLAS, ES LO QUE TE HACEN SER T
Le recomiendo la novela LA MUJER DE NADIE de Luis Artigue (Editorial Linteo) pues est