Simposio. Por Maribel Romero Soler

—Hace ya tiempo que aquí nadie cree en los milagros —dijo Dios dirigiéndose a la corte celestial—, el mundo está perdiendo la fe, tenemos que hacer algo.
—¿Y por qué no les mandamos un terremoto para que espabilen? —preguntó un ángel rubio con pecas.
—¿Otro? Ya llevamos veinte este año y lo único que hemos conseguido es que el cielo se nos llene de almas, casi no cabemos.
Un angelito negro con las alas sucias levantó la mano.
—Perdone, señor Dios, es que los manda usted siempre al sitio equivocado. ¿Por qué no se jubila?

Maribel Romero Soler.
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