Sobrevivir, siempre. Por hijacecristalero

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Resultaba muy difícil explicarles por qué el padre amantísimo se había convertido, de la mañana a la noche, en un hombre que cuando se cruzaba con sus hijos se cambiaba de acera, o se llevaba el teléfono a la oreja y fingía estar hablando para no tener que saludarles, o salía corriendo como alma que diablo. Entonces ni siquiera los adultos comprendíamos que aquel pobre hombre se había inventado una nueva realidad en la que sus hijos nunca habían existido, pero que, al mismo tiempo, tenía miedo de alejarse de ellos y por eso se quedaba cerca: donde pudieran verle bien.

El mayor tenía doce años, la pequeña acababa de cumplir diez.
La niña, que hasta entonces había sido la princesita de papá, lloraba y me pedía a gritos: ¡llama a la policía para que le echen del pueblo! En su infinita inocencia, creía que el Estado puede obligar a un padre a querer a sus hijos. El niño no decía nada, y empezó a tocar la guitarra para dar salida a la rabia.

El sufrimiento que padecieron no cabe en este blog.
¿Pero nosotros qué le hemos hecho? ¿Por qué no nos llama? ¿Por qué no viene a buscarnos? ¿Por qué finge que no nos conoce? ¿Por qué no nos quiere? Otros hijos de separados, por mucho menos, acaban engrosando la lista del fracaso escolar.

Ha llovido mucho desde que mis niños pasaban los viernes con la maleta hecha, subiéndose por las paredes mientras repetían una y otra vez el mismo mantra: novaavenir, novaavenir, novaavenir, novaavenir.
Ahora lo único que les preocupa los viernes es qué ropa se pondrán para salir.

Ayer fui a hablar con el tutor de mi primogénito, que cumplirá 18 dentro de unos meses. Saca muy buenas notas, es responsable, ingenioso, divertido y brillante. Pero yo soy su madre, estoy muy lejos de ser objetiva. Su profesor sólo tuvo buenas palabras para él, dijo que era un chico excepcional. Tiene ese algo especial de la gente que llega lejos en la vida. Normalmente, cuando le digo a los profesores cuál es nuestra situación familiar, se sorprenden, nada les hace sospechar que en nuestra casa no haya padre y madre. Y el de ayer dio un paso más: Puede estar tranquila y muy orgullosa, lo está haciendo usted muy bien: no hay más que ver a su hijo.

Salí del instituto, me senté en el coche y rompí a llorar.

hijacecristalero
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